Silenciosa pero imparable, la industria de los insectos útiles está revolucionando la agricultura española. Con un control biológico cada vez más tecnificado, España se consolida como potencia mundial en esta estrategia natural que reduce químicos, mejora la calidad de los cultivos y responde a la demanda de alimentos más sostenibles.
De acuerdo con un artículo publicado por el portal Economía 3, un ejército silencioso está transformando la forma en que se cultivan los alimentos. Y no, no se trata de máquinas, ni drones, ni productos químicos, están hablando de insectos que cumplen perfectamente con sus diferentes misiones –que pueden ser varias– devorar plagas, polinizar cultivos y cuidar los frutos sin dejar ni rastro.
La agricultura española vive un cambio de paradigma. Y no solo por las restricciones europeas al uso de fitosanitarios o por los estragos del cambio climático. También por el auge de una industria que se consolida año tras año: el control biológico, una estrategia natural y cada vez más tecnificada para combatir las plagas con sus propios enemigos naturales.
España, una potencia entomológica
España es actualmente uno de los países líderes en el uso de insectos beneficiosos para la agricultura. Así lo afirma en el artículo en mención, Alejandro Tena, director general del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA): “España es uno de los países más avanzados en el uso del control biológico aumentativo. Tenemos industria, investigación y aplicación real en el campo. Y seguimos creciendo”.
El sector se basa en la producción de agentes de control biológico —insectos, ácaros e incluso microorganismos como hongos entomopatógenos que se crían en laboratorio y se liberan en el campo para actuar como depredadores naturales de las plagas. “Es una parte fundamental de la sanidad vegetal actual”, resume Tena.
Empresas nacionales como Agrobío (la tercera mayor del mundo), y multinacionales como Koppert o Biobest, tienen una fuerte implantación en España, especialmente en regiones como Almería, Murcia o la Comunidad Valenciana. Solo en los invernaderos del sudeste español, más del 90% de las explotaciones ya aplican estrategias de control biológico. El sur es, sin duda, el epicentro de esta revolución silenciosa.

