Santa Fe, tercera productora de soja en Argentina, es un pilar fundamental en la cadena productiva de granos, con un 18% de la producción nacional, lo que representa alrededor de 9,5 millones de toneladas anuales. A pesar de la magnitud de la producción, una gran parte de los subproductos sólidos generados en la molienda de la soja, como el expeller, no son convenientemente valorizados y, en su mayoría, se destinan a la exportación como harinas para alimentación animal.
Frente a esta situación, un grupo de científicos de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), en colaboración con varias facultades, ha ideado una solución innovadora: la creación de un bioestimulante a partir de estos residuos, que podría acelerar el crecimiento de las plantas y fortalecerlas de forma más eficiente que los fertilizantes convencionales.
UN DESPERDICIO CON GRAN POTENCIAL
Ricardo Manzo, investigador de la Facultad de Ingeniería Química (FIQ-UNL) y del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química (INTEC), explicó que el proceso de molienda del grano de soja para la producción de aceite genera residuos aceiteros ricos en proteínas, pero estos no son aprovechados adecuadamente en Argentina.
“El mayor comprador de granos de soja en nuestro país es China, que le da valor agregado a estos residuos para convertirlos en bioestimulantes. Nosotros buscamos hacer lo mismo, pero a nivel local”, afirmó Manzo.
Este enfoque tiene el potencial de sustituir productos importados que actualmente se utilizan como bioestimulantes, a menudo a un costo diez veces mayor que el de los productos desarrollados en la región. De este modo, no solo se reduciría la dependencia de insumos importados, sino que también se generaría empleo y desarrollo económico en la provincia de Santa Fe.
UN PROCESO INNOVADOR PARA EL CRECIMIENTO DE LAS PLANTAS
El equipo de investigadores de la UNL está utilizando un proceso denominado hidrólisis enzimática, que descompone las cáscaras y el expeller de soja mediante enzimas, sustancias biológicas que aceleran las reacciones. Este proceso liberará moléculas que fomentan el crecimiento vegetal, produciendo líquidos o polvos que, al aplicarse a los cultivos, mejorarán su desarrollo, reduciendo la necesidad de fertilizantes químicos.
Aunque ya han obtenido resultados positivos en pruebas de crecimiento de plantas, el proyecto aún está en una fase de desarrollo.
“El siguiente paso es estudiar la vida útil del producto, su estabilidad y la dosificación adecuada para los cultivos”, explicó Manzo, quien estimó que el proceso de optimización llevará alrededor de tres años, dependiendo de la articulación entre instituciones públicas y privadas y el financiamiento disponible.

