Herramientas ‘vivas’ para los cultivos

Biofertilizantes como estrategia para reducir la aplicación de agroquímicos

19 de November de 2024

Las soluciones biológicas para nutrir a los cultivos se han ido desarrollando cada vez más y en el mercado existen productos como fijadores de nitrógeno o solubilizadores de fosfato. Las validaciones en campo respaldadas con investigación aplicada y la transferencia de tecnología son fundamentales para seguir masificando su uso, señalan expertos.

Equipo Biologicals

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“Los biofertilizantes tienen como componente un tema adicional a los tradicionales, que es la parte viva, la carga microbiana que está activa y llevando a cabo sus procesos metabólicos”, explica Carlos López Castañeda, ingeniero agrónomo con más de 17 años de experiencia en la producción de abonos orgánicos y biofertilizantes. Estas estrategias se han usado por años en la agricultura, pero han encontrado impulsos en su adopción en épocas de alza de precios de los fertilizantes nitrogenados o problemas con la cadena de suministro de los mismos.

Justamente en 2020, tras los inconvenientes que trajo la pandemia del COVID-19 en la distribución de fertilizantes y el aumento de los costos, y cuando muchos agricultores alrededor del mundo no sabían si podrían tener suficiente cantidad de producto para sus cultivos, los biofertilizantes asomaron como una estrategia que ayudó a los productores.

“El biofertilizante, al tratarse de un organismo vivo que se aplica al suelo y se va multiplicar, es la única sustancia fertilizante que puedo agregar y que en vez de consumirse, puede multiplicarse. Si aplico urea hoy, dentro de una semana va a haber menos nitrógeno en mi suelo y dentro de dos meses va a haber menos, porque la planta lo va a tomar. Si aplico una bacteria que encuentra las condiciones adecuadas en el suelo, hoy aplico 5, mañana van a haber 200, pasado mañana van a haber 2000, y esto se sigue multiplicando y se sigue llevando a cabo ese proceso de nutrir a mi cultivo”, explica López.

Dentro de estas herramientas destaca como la más conocida la asociación que forman bacterias de suelo fijadoras de nitrógeno del género Rhizobium con las raíces de leguminosas. “Es un biofertilizante, pero no lo conocemos con ese nombre”, dice el experto. “Lo que se decía antiguamente era que había que comprar semillas inoculadas con Rhizobium porque la bacteria capta el nitrógeno del aire, lo metaboliza y se le entrega la planta”. Esta simbiosis es específica, por lo que cada cultivo tiene una bacteria a la que se asocia para obtener los beneficios.

La soja se asocia a bacterias fijadoras de nitrógeno.

APROXIMACIONES AL APORTE NUTRICIONAL DE LOS HONGOS DSE

Además de Rhizobium, o solubilizadores o fijadores de nutrientes, existen estrategias que se han ido descubriendo tras años de investigación. El ingeniero agrónomo Raúl Lavado, investigador superior del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina, CONICET, y Profesor Consulto en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires, explica que están trabajando con dos tipos de hongos de acuerdo a las especialidades de investigación de sus colegas; micorrícicos y endófitos septados oscuros, también conocidos como DSE por sus siglas en inglés (dark septate endophytes).

Los hongos DSE que pueden funcionar como sustitutos o complementos de micorrizas en ambientes bajo diferentes tipos de estrés. Si bien su capacidad como solubilizadores de fosfato no se conoce del todo, existen referencias sobre el efecto de hongos DSE sobre la absorción de este nutriente, por lo que el experto junto a su equipo están evaluando su actividad para el desarrollo de bioinsumos.

La capacidad de estos hongos para disolver los fosfatos del suelo es poco conocida, aunque existen ejemplos que hacen referencia al efecto de los hongos DSE sobre la absorción de fósforo por las plantas, por lo que decidieron estudiar qué tan cierto era. Para eso tomaron un grupo de hongos DSE y los hicieron reaccionar con sales puras de fosfatos de calcio, aluminio y hierro, que se encuentran en los suelos. Encontraron que había hongos que tenían gran capacidad para disolver fosfato de calcio o tricalcio porque generan ácidos. Otra cantidad menor de hongos podía disolver fosfato de aluminio y muy pocos llegaron a disolver fosfato de hierro, que es muy insoluble.

Luego hicieron un fraccionamiento secuencial del suelo para determinar los porcentajes de fosfato de calcio, fosfato de aluminio y fosfato de hierro. “Hicimos reaccionar el suelo que teníamos caracterizado con hongos DSE y encontramos que algunos reducían la proporción de estos fosfatos insolubles, lo cual indicaba que disuelven fosfato del suelo”, explica Lavado. El ensayo se realizó en girasol y, si bien fue a pequeña escala, les permitió probar la capacidad de los hongos DSE de disolver sales puras, sales del suelo, y su aporte de fosfatos a las plantas.

REPONER EL FÓSFORO PARA NO EMPOBRECER LOS SUELOS

Algo que hay que considerar cuando se aplican hongos o bacterias como fertilizante es el estado del suelo. “Si uno va disolviendo fosfato del suelo, en el fondo lo está agotando y quemando sus reservas. Las bacterias y hongos que disuelven fosfatos, es una herramienta que hay que establecerla con cuidado para no generar este problema”, sostiene el investigador superior del CONICET.

Una alternativa que están investigando actualmente es evaluar si los hongos pueden disolver el fosfato de roca fosfórica para hacer “biológicamente lo que se hace en la industria, que es transformar el fosfato de roca que es insoluble en fosfato soluble para la agricultura”. El experto recalca que es fundamental reponer el fosfato del suelo para no agotarlo y señala que “todas estas soluciones biológicas que tienen que ver, por ejemplo, con el fósforo, no reemplazan la fertilización”. Lo que pueden hacer es aumentar la eficiencia y reducir el aporte de fertilizantes, ayudando a tener más equilibrio en los ecosistemas naturales o cultivados.

Sobre las soluciones que se están desarrollando actualmente en todo el mundo, Lavado sostiene que “soluciones hay y hay muchas personas interesadas en sacarlas adelante, así que estoy optimista en ese sentido”.

Vista microscópica de Azotobacter chroococcum, bacteria fijadora de nitrógeno atmosférico.

VALIDACIONES PARA GARANTIZAR RESULTADOS

Un aspecto esencial para que los biofertilizantes tengan los efectos esperados en los cultivos es su validación según las condiciones edafoclimáticas de la zona donde se utilizarán. Es así como un producto que funcionó en un país o lugar determinado a ciertas dosis puede no generar los mismos resultados en otro lugar debido a diferencias ambientales. “Si nos basamos en validaciones de otros lugares puede que de repente requieren un poco menos o un poco más, o de repente lo tengo que aplicar de otra manera. Falta que investiguemos y eso recae bastante en la academia y también pasa en el sector privado, que cada día se alienta más a investigar y probar nuevas cosas”, señala López.

Además, al tratarse de soluciones biológicas, aún existe cierto recelo en los productores sobre la efectividad de los biofertilizantes. “Si bien está la necesidad de buscar alternativas, hay cierta resistencia. Generalmente uno busca lo tradicional y prefiere esforzarse en buscar un exportador chino de urea que tenga mejor precio, que probar en campo un Azotobacter, un Azospirillum, que reduzcan el consumo de urea”, advierte Lópéz.

Algo similar destaca Luis Alejandro Arias, director del Centro de Biosistemas de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. El académico explica que esta reticencia muchas veces tiene que ver con el requerimiento que tienen las soluciones biológicas de capacitación. “A veces no hay motivación porque esto requiere de saber cómo aplicar los productos. Estamos en la era del inmediatismo, donde la gente quiere respuestas rápidas y en el momento, por lo que la transferencia de conocimiento es fundamental para abrir el camino a los bioinsumos”.

Para López, una buena forma de afrontar esta problemática es realizando pruebas de campo respaldadas por investigación que permitan entregar evidencias a los potenciales usuarios. Así incluso se da el caso de que los mismos productores llegan a acuerdos para realizar validaciones en sus propios campos. “La persona que vive del campo y el que trabaja viviendo del campo, está todo el día ahí, entonces apenas aplique un biofertilizante, un bioestimulante o lo que fuera, va a notar rápidamente los efectos y ver si trabaja. Acompañado de un trabajo de investigación, hace que ese testimonio sea mucho más concreto y serio también”, dice.

Luis Alejandro Arias subraya que hay que tener en cuenta que los bioinsumos participan directamente en potenciar a los cultivos sin afectar las redes tróficas. “Cuando aplicamos moléculas de síntesis química, es una sustancia alóctona que afecta una variedad de procesos y eso afecta la biodiversidad. Los bioinsumos llegan a actuar ahí entendiendo la dinámica ecológica sin romper los ciclos naturales”, apunta sobre una de las herramientas que componen la agroecología, declarada por la FAO como la punta de lanza de la producción de alimentos del presente y futuro.

Diferenciarlos de los bioestimulantes
Sobre la diferencia entre biofertilizantes y bioestimulantes, que se suelen confundir como el mismo tipo de productos, Carlos López Castañeda explica que un bioestimulante es cualquier sustancia que contiene un microorganismo o un metabolito de un organismo, y que genera un efecto sobre la planta. Por otro lado, el biofertilizante tiene efectos directos en la nutrición de la planta. “Cualquier microorganismo que va a promover que la planta se nutra de uno o varios nutrientes a la vez, de manera mejor que si no lo tuviera”, acota.

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