Los hongos de la madera siguen generando estragos severos en cultivos de agroexportación como mango, palto, arándano y vid, especialmente en las zonas tropicales y subtropicales del país. Para entender la magnitud del problema y los avances en su control, entrevistamos al investigador y profesor de fitopatología en la Universidad Nacional de Piura, Dr. Edgar Rodríguez-Gálvez, quien ha dedicado más de dos décadas de su vida a investigar esta enfermedad fúngica.
Su trabajo comenzó el año 1997 en los extensos campos de mango en Piura, donde se han detectado seis especies de Lasiodiplodia, un descubrimiento que planteó la urgencia de estudiar más a fondo su comportamiento y su impacto en otras regiones y cultivos. “Iniciamos con el mango, luego seguimos con vid y finalmente llegamos a palto y arándano. Cada uno de estos cultivos presenta una relación particular con los hongos de la madera, pero Lasiodiplodia theobromae ha demostrado hasta el día hoy ser el hongo más virulento y el de mayor frecuencia de aislamiento”, explica Rodríguez-Gálvez.
Basado en sus investigaciones, Rodriguez-Gálvez acaba de publicar su libro “Enfermedades de la madera en los cultivos de mango, palto, vid y arándanos en Piura, Perú. Sintomatología y Etiología” disponible de forma gratuita para quienes se lo soliciten, un recurso invaluable para quienes buscan entender y combatir este silencioso pero devastador enemigo de la agricultura. En la publicación se proporciona una identificación visual detallada de los síntomas de esta enfermedad.
Un patógeno versátil y peligroso
Uno de los descubrimientos más inquietantes es la inespecificidad de Lasiodiplodia theobromae, lo que significa que puede atacar múltiples cultivos sin importar su especie. En el mundo, comenta que se han reportado hasta hoy 666 especies de cultivos que son afectados por L. theobromae.
“A diferencia de otros hongos que solo afectan a ciertos hospedantes, Lasiodiplodia theobromae no discrimina. Si en un fundo se tienen vid y arándanos, es muy probable que ambos cultivos sufran si el hongo está presente”, advierte Rodríguez-Gálvez. Esta característica convierte a Lasiodiplodia theobromae en una amenaza mucho mayor, ya que puede proliferar rápidamente y devastar grandes extensiones de cultivos, generando impactos económicos que, aunque no se han medido completamente, se consideran muy significativos.
Uno de los trabajos de Rodríguez-Gálvez ha revelado que la temperatura es un factor crítico en el crecimiento y virulencia del hongo. Estudios realizados en laboratorio muestran que a 35 °C, Lasiodiplodia theobromae crece más rápido y causa más daño que en temperaturas más bajas. “Hemos inoculado plantas en una cámara bioclimática, logrando establecer las temperaturas óptimas para que ocurra la infección. Los resultados son muy reveladores. Hasta el momento, hemos determinado que 35 grados es la temperatura en la que este hongo causa el mayor daño, lo cual explica su predominancia en regiones tropicales y subtropicales del mundo, donde el calor es un factor crucial. Actualmente, estamos probando con 37 grados para evaluar su impacto. Desde que comenzamos a investigar en mango, esta enfermedad ha sido un problema serio, y lo sigue siendo, especialmente debido a la influencia de la temperatura”, explica.
Otro de los resultados que pueden ser determinantes en los tratamientos de control es el tiempo que existe de susceptibilidad en las heridas originadas por las podas. “Siempre hemos creído que, al realizar las podas –una práctica común en todos los cultivos, aunque más intensiva en uva y arándano–, las heridas generadas son la principal vía de entrada del hongo. Sin embargo, solíamos pensar que una vez cicatrizada la herida, el riesgo de infección desaparecía. Esto es un error. Nuestra investigación ha demostrado que, incluso 51 días después de la poda, el hongo puede seguir infectando la herida, aunque esté cicatrizada. Este fenómeno se ha observado con frecuencia en vid, y lo hemos comprobado también en plantas jóvenes de palto”, señala.
Igualmente, viene evaluando en laboratorio otras formas de penetración de Lasiodiplodia theobromae en la planta. Si bien tradicionalmente se sabe que el hongo ingresa a través de heridas, se ha planteado la hipótesis de que también puede penetrar por aberturas naturales.
‘Hasta el momento, hemos comprobado que Lasiodiplodia theobromae puede ingresar por lo estomas de las hojas o lenticelas en los frutos’, menciona. Cuando la cantidad de inóculo es alta, la infección podría aumentar significativamente. Además, ha observado casos en frutos de palto donde la infección, que normalmente se presenta a través del pedúnculo –algo evidente al madurar frutos verdes que desarrollan necrosis en esa zona–, también ocurre en la partes laterales del fruto, lo que indicaría que el hongo está ingresando por las lenticelas”, apunta.
Control químico y biológico: nuevas estrategias
La investigación sobre el control de Lasiodiplodia theobromae ha avanzado considerablemente en los últimos años. Uno de los métodos más eficaces ha sido el uso de productos a base de cobre en los cortes originados por las podas, particularmente en la vid y otros cultivos donde la muerte regresiva es un problema frecuente. “Aplicaciones de cobre sistémico han demostrado ser altamente efectivas para controlar Lasiodiplodia theobromae en todas las etapas de la poda. Este tratamiento lo hemos validado y lo recomendamos ampliamente”, confirma Rodríguez-Gálvez. Sin embargo, también subraya la importancia de desarrollar alternativas más sostenibles que puedan complementar o incluso reemplazar el uso de productos químicos a largo plazo.
En este sentido, el equipo de Rodríguez-Gálvez ha estado explorando el uso de biocontroladores como el Trichoderma, un hongo benéfico que inhibe el crecimiento de hongos. Refiere que actualmente tienen 200 aislamientos de dicho hongo. “Hemos confrontado ambos hongos, Trichoderma y Lasiodiplodia theobromae, en placas de Ptri in vitro. De ello, ocurrieron dos fenómenos. Primero, Trichoderma inhibe el crecimiento de Lasiodiplodia theobromae. Hemos probado 41 aislamientos de Trichoderma frente a Lasiodiplodia theobromae (en especial, el aislamiento LA-SOL5). 15 aislamientos hicieron que no crezca Lasiodiplodia theobromae en un rango deL 40% a 78%. El segundo fenómeno fue el parasitismo, es decir, Trichoderma se alimentan del hongo patógeno” tenemos 24 aislamientos que parasitan hasta en un 100% a Lasiodiplodia theobromae”, explica
Los estudios están en fase avanzada, y el próximo paso será llevar estas pruebas al campo para evaluar su eficacia en condiciones reales, indica.
Otra línea de investigación prometedora es el uso de aceites esenciales. Según Rodríguez-Gálvez, aceites como el de orégano y eucalipto han mostrado resultados sorprendentes en la inhibición del hongo. En laboratorio, explica que se realiza la extracción de los aceites esenciales mediante un proceso de destilación utilizando equipos de vidrio, obteniendo pequeñas cantidades de aceite. Estos aceites se mezclan luego en medios de cultivo, sobre los cuales se siembra el patógeno para evaluar su efectividad.
“El aceite de orégano ha mostrado una efectividad del 99%, mientras que el aceite de eucalipto alcanza el 94% en el control del patógeno”, explican los investigadores. Sin embargo, no todos los aceites han mostrado el mismo nivel de eficacia, como es el caso de la hierbabuena, que solo controla un 31,6%.
Un enfoque integrado
El existo del control de Lasiodiplodia theobromae no depende de una única forma. Rodríguez-Gálvez insiste en que el manejo debe ser integral, combinando prácticas culturales, control químico, biocontroladores y aceites esenciales. “Las medidas culturales son fundamentales para evitar que el hongo se reproduzca en materia vegetal muerta, mientras que las aplicaciones químicas y biológicas deben ser preventivas y estratégicas”, recalca.
El uso de Trichoderma o aceites esenciales para sellar heridas de poda, complementarias a los productos químicos, es una de las alternativas que su equipo está explorando. La meta es reducir el uso de productos sintéticos sin comprometer la eficacia del control del patógeno. “Creemos que formulando productos biológicos en el futuro podremos brindarle al agricultor todas estas facilidades para terminar con este problema que de verdad es bastante serio”, concluye Rodríguez-Gálvez.
El equipo de investigación de la Universidad Nacional de Piura también está invirtiendo en nueva tecnología. Equipos para la identificación molecular de hongos están siendo instalados en los laboratorios, lo que permitirá realizar diagnósticos más precisos y rápidos sin necesidad de enviar muestras a laboratorios extranjeros. “Este avance nos pondrá a la vanguardia en investigación fitopatológica en el Perú”, destaca Rodríguez-Gálvez.
Lasiodiplodia theobromae sigue siendo un desafío importante para los productores agrícolas del Perú, pero el Dr. Edgar Rodríguez-Gálvez, es optimista en que se desarrollarán nuevas soluciones para combatir este patógeno. El trabajo de su equipo no solo busca frenar la expansión de Lasiodiplodia theobromae, sino también ofrecer herramientas prácticas y sostenibles para los agricultores.