El 10% de la superficie terrestre se dedica a algún tipo de cultivo agrícola. Un área que puede jugar un rol clave en el control del carbono que el ser humano libera a la atmósfera. Es lo que se llama el secuestro de carbono y que muchos consideran como mecanismo para crear valor en torno a la agricultura. Es lo que realiza el emprendimiento australiano Loam Bio, y que acaba de cerrar una ronda de financiamiento por US$ 73 millones (105 millones de dólares australianos) en una ronda de inversión de serie B.
La compañía ha lanzado comercialmente su inóculo de semillas CarbonBuilder y su negocio de carbono SecondCrop a los agricultores de Australia. Loam utilizará la financiación para ampliar la disponibilidad de su recubrimiento de semillas que refuerza la capacidad de las plantas para almacenar carbono en el suelo.
“En el contexto de los sistemas de cultivo, es especialmente difícil acumular cantidades significativas de carbono”, dice Guy Hudson, cofundador de Loam, citado por el medio AG Funds. “El ciclo anual de cultivo puede ser intensivo en suelos, ya que gran parte del carbono y los nutrientes se extraen del suelo para cultivar cada temporada”.
En la ronda de inversión participaron firmas financieras como Horizons Ventures, Acre Venture Partners, Main Sequence, Clean Energy Finance Corporation, Grok Ventures y otros.
RECUBRIR PARA CAPTURAR
Las prácticas actuales de gestión de la tierra, como la siembra directa y los cultivos de cobertura, pueden secuestrar carbono. Pero hacerlo a gran escala puede perturbar considerablemente las actividades de los agricultores y es una apuesta financiera arriesgada que no siempre genera beneficios rápidos.
“Las herramientas microbianas de Loam son otra forma de ayudar a los agricultores a hacer esto, y hacerlo más rápidamente”, dice Hudson sobre ayudar a los agricultores en la transición. “Aplicando el tratamiento de semillas Loam, los agricultores pueden acelerar el camino hacia suelos más sanos y productivos impulsando aumentos más rápidos del carbono del suelo, lo que beneficia la resiliencia y la productividad”.
Loam recubre las semillas con el inóculo fúngico CarbonBuilder antes de la siembra. Este recubrimiento “sobrealimenta” la capacidad de las plantas para almacenar carbono en el suelo.
Normalmente, las plantas absorben el carbono atmosférico y lo atrapan en el suelo, normalmente en forma de biomasa. Pero hay distintos tipos de carbono, explica Loam. El carbono lábil se descompone rápidamente. En cambio, el carbono recalcitrante resiste la descomposición y permanece en el suelo mucho más tiempo, hasta milenios. La fórmula de CarbonBuilder de Loam almacena este último tipo de carbono.
6.000 PARCELAS DE ENSAYO
Las semillas recubiertas con los hongos microbianos de Loam aumentan el carbono dentro de las estructuras del suelo. A medida que la semilla germina, los microbios unen el carbono atmosférico absorbido por la planta con los microagregados del suelo. En otras palabras, los hongos convierten el CO2 en una forma de carbono mucho más estable que puede almacenar en el suelo a largo plazo.
“En un cultivo de trigo hay un millón de plantas por hectárea”, explicaba Hudson en un vídeo reciente. “Multiplique eso por 1.800 millones de hectáreas de tierras de cultivo gestionadas en todo el mundo, y estará ante una infraestructura que puede facilitar el mayor evento de reducción de carbono que jamás hayamos visto”.
Todavía estamos lejos de esa cifra, por supuesto. Hasta la fecha, Loam ha sembrado 6.000 parcelas de ensayo en 29 lugares de dos países. En los ensayos de CarbonBuilder realizados con cebada, los agricultores pudieron aumentar las unidades de carbono por hectárea entre tres y seis, frente a cero o dos mediante otras prácticas de gestión de la tierra.
“Lo que hace único a CarbonBuilder es el tipo de carbono que se captura mediante el proceso biológico”, dice Tegan Nock, cofundadora de Loam. “Son las formas más estables de carbono, lo que significa que hay menos riesgo para los cultivadores que integren prácticas de agricultura de carbono”.
Añade que este método de secuestro también aumenta la fertilidad y la productividad del suelo.