Las actinobacterias, un grupo especial de bacterias que prospera en la rizósfera (zona cercana a las raíces), son fundamentales para el ecosistema agrícola tradicional de la milpa. Los cultivos de maíz, frijol y calabaza, junto con las actinobacterias del suelo, ofrecen una alternativa a los métodos modernos de monocultivo, que dependen de fertilizantes y plaguicidas químicos.
Estas bacterias también producen fitohormonas como el ácido indolacético, que estimula la elongación de las raíces y participan en procesos de movilización/solubilización de nutrientes. Por ejemplo, para convertir el fosfato en formas asimilables por las plantas mediante la liberación de ácidos orgánicos en la rizosfera.
Además, las actinobacterias producen enzimas que descomponen macromoléculas como la celulosa, liberando nutrientes que las plantas absorben, y generan antibióticos naturales para proteger a los cultivos de patógenos. También crean sideróforos que aumentan la disponibilidad de hierro para las plantas.
Estas interacciones benéficas, muchas de las cuales se han perdido en los monocultivos modernos, son cruciales para mejorar la sustentabilidad de la agricultura actual. Estudiarlas puede reducir la dependencia de plaguicidas tóxicos y fertilizantes químicos, ayudando a mitigar los efectos negativos de la agricultura intensiva sobre el medio ambiente.
Así, el futuro de la agricultura podría beneficiarse enormemente de comprender mejor el papel de las actinobacterias en el suelo.
El sistema agrícola de la milpa, practicado por siglos en México, no sólo es una técnica ancestral, sino un ecosistema diverso y complejo. Las interacciones entre cultivos como el maíz, frijol y calabaza, junto con las actinobacterias del suelo, ofrecen una alternativa a los métodos modernos de monocultivo, que dependen de fertilizantes y plaguicidas químicos.