El olivo es un cultivo que presenta añerismo, el resultado del antagonismo entre el crecimiento de frutos y el crecimiento vegetativo. En su caso particular, la producción se da en la ramilla vegetativa del año anterior, que se convierte en reproductiva y produce frutos. El crecimiento vegetativo en el extremo de la ramilla será la zona reproductiva del próximo año. Esto provoca que el cultivo tenga años ‘on’ y años ‘off’, en que la diferencia de producción entre ambos puede llegar a ser la mitad en un año ‘off’.
En un año ‘on’, “el cultivo ocupa tantos nutrientes que al siguiente hay menor producción, donde incluso se reduce a la mitad”, explica Daniela Moya, estudiante egresada de Ingeniería Agronómica y que actualmente desarrolla su tesis en la Universidad de La Serena, Chile. Para disminuir estas brechas, un grupo de investigadoras -que integra Moya- del Departamento de Química de dicha casa de estudios está trabajando en un programa nutricional que incluye un biofertilizante que contiene nitrógeno, fósforo y potasio, como un fertilizante tradicional, y que además incorpora micronutrientes como cobre, zinc y magnesio.
El equipo, liderado por la académica Fabiola Jamett, lleva un año desarrollando la investigación y se ha centrado en la variedad de olivo Arbequina. Como parte de su estudio, contactaron a la empresa chilena fabricante del biofertilizante, Ecoagro Gaspar, y a Sociedad Agrícola y Avícola Santa Carmen Limitada, donde se aplicó el tratamiento. El proyecto, que ya se encuentra en su parte final, considera la aplicación de la combinación de nutrientes en cuatro periodos del ciclo del olivo: inducción floral, diferenciación floral, floración y cuaja, llenado y maduración, y en condiciones de campo.
“Esperamos que la productividad de los olivos sea mayor. Durante este periodo hemos estado llevando el monitoreo, tanto en las hojas como en los cuatro procesos para ver el rendimiento final del aceite de oliva. Ya hicimos un análisis completo del aceite, de su calidad nutricional y su calidad comercial, y lo vamos a comparar con la nueva cosecha en que vamos a obtener el aceite de los árboles tratados con este nuevo sistema de alimentación y esperamos que tengamos una mejora en la calidad nutricional”, explica Fabiola Jamett, académica de la Universidad de La Serena.
La investigadora también señaló que las mediciones consideran polifenoles totales, tocoferoles, perfiles de ácidos grasos, entre otros parámetros. “Esperamos que haya un cambio, pero al agricultor, más que el cambio de la característica del aceite espera también más productividad. Este es un año en que los olivos vienen a la baja, pero nosotros estamos viendo que los resultados son prometedores”, destaca.
Tanto el departamento de Química como el de Agronomía de la universidad serenense trabajan hace más de 15 años en investigación en olivicultura, donde además prestan servicios de análisis de aceite de oliva, rendimientos grasos y otros aspectos. Según Jamett, la experiencia ha sido muy enriquecedora, tanto para los estudiantes en formación, como para la universidad. “Además ayuda al sector a poder potenciarse a través de una investigación que es traspasada a su productividad, ya que es muy importante hacer esta vinculación con el medio”.