Las rosas son una de las flores que más produce Colombia, sin embargo, no son ajenas al ataque de insectos plaga que pueden ser letales si no se tratan a tiempo. Es el caso de la especie Frankliniella occidentalis, un tisanóptero del tamaño de un grano de arroz que genera manchas plateadas y puntos negros (producto de su excremento) en las hojas de las rosas, haciendo que pierdan clorofila, pigmento esencial para que las plantas sean verdes y saludables.
Su tamaño microscópico y su rápida reproducción hacen muy difícil detectar esta plaga, por lo que los cultivadores deben emplear mucho tiempo realizando seguimientos minuciosos. El controlador usual es el plaguicida, que daña el sistema nervioso de los trips y va reduciendo su población, pese a esto, en ocasiones dichos insectos pueden desarrollar resistencia a estos productos químicos, que además impactan el ecosistema de las rosas, que son visitadas asiduamente por abejas polinizadoras.
Por ello, Juan Carlos Valencia Polanco, magíster en Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), consciente de este problema, buscó una alternativa que no represente un riesgo para las rosas. A través de una investigación, encontró una alternativa de control con los ácaros –en especial tres especies: Gaeolaelaps aculeifer, Macrocheles robustulus, y Parasitus bituberosus–, que en estudios anteriores ya habían registrado potencial para eliminar plagas de trips en cultivos de cebolla cabezona.
Poniendo la lupa sobre el problema
Una primera fase del estudio consistió en evaluar cuál sería la mejor dieta para que estos arácnidos, que no superan los 2 mm, proliferen en un cultivo. Así se determinó que al darles durante 5 días gusanos de la especie Rhabditella axei, la cantidad de huevos producidos aumentó entre un 30% y 50% en 10 hembras de los ácaros analizados.
“Después de reconocer la mejor dieta para los ácaros, el siguiente paso fue llevarlos a invernadero, donde se establecieron en un cultivo de fríjol, ¿por qué? porque en estas condiciones crecen más rápido y su ciclo de vida es más corto que el de las rosas, que pueden tardar meses en crecer completamente”, explica el investigador.
Por otro lado, la planta de fríjol es un hospedero adecuado para los trips, que la escogen para vivir y alimentarse durante su ciclo de vida, por lo que se puede observar la evolución del daño que genera su presencia en las hojas, con manchas y puntos negros fáciles de observar y medir. Así, la comparación fue significativa para saber qué ocurre durante el crecimiento de la plaga.
Para el estudio se aplicaron seis tratamientos: tres con cada ácaro por separado, uno con la combinación de Gaeolaelaps aculeifer y Macrocheles robustulus, y dos controles (uno sin ácaros y otro sin trips).
El mejor resultado lo tuvo la especie Parasitus bituberosus, que redujo la plaga en un promedio de 74% frente a las otras dos especies, que alcanzaron un máximo de 50%. Estos porcentajes se estimaron según lo reportado en la literatura para estas especies, y demuestran un rendimiento muy bueno de los ácaros para depredar la plaga, pues en estudios anteriores la disminución osciló entre el 60% y 90%.
“Los tratamientos de planta de fríjol que tenían la especie G. aculeifer presentaron un 40% menos de daño en las hojas, lo cual es prometedor para que a futuro sea un controlador biológico por excelencia”, destaca el experto.
Del invernadero a la finca
Por último, y para comprobar que los ácaros podían sobrevivir en un cultivo de rosas, el investigador llegó a Subachoque (Cundinamarca), un municipio colombiano reconocido por sus girasoles pero en donde también se cultivan rosas, y en una finca liberó 100 individuos de cada especie de ácaro por metro cuadrado.
El cultivo presentaba varias flores con daños, por lo que el investigador sabía que estos insectos estaban allí. “Encontramos que G. aculeifer y M. robustulus fueron las especies que lograron sobrevivir por más tiempo en los suelos de la finca, y que tendrían un mejor desempeñó para controlar la plaga”, indica.
Para determinar la reducción del daño en hojas y flores se usó un estereoscopio especializado, y para cuantificar el daño por manchas y puntos negros se utilizó el software ImageJ, que permite procesar imágenes del cultivo y analizarlas en detalle.
La investigación contó con la dirección y el apoyo de los profesores Diana Marcela Rueda Ramírez y Augusto Ramírez Godoy, de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNAL Sede Bogotá, quienes hace varios años trabajan en estos temas, y espera ser un insumo para que en el país se tomen mejores planes de manejo de este tipo de plagas, que generan pérdidas económicas importantes para los productores de rosas.