La presión sobre la agricultura para aumentar su productividad sin incrementar el impacto ambiental ha impulsado la búsqueda de insumos biológicos que actúen de forma integral en los cultivos. Uno de los más prometedores es el extracto de algas marinas. Según un artículo en Frontiers in Soil Science (Singh et al., 2025), estos extractos concentran un abanico de compuestos bioactivos que actúan como bioestimulantes multifuncionales, con efectos que van desde la mejora del crecimiento vegetal hasta la biorremediación del suelo.
Ricas en fitohormonas naturales como auxinas, giberelinas y citoquininas, las macroalgas del tipo marrón y verde han sido utilizadas históricamente como abono en zonas costeras. Su aplicación moderna —ya sea en forma líquida, en polvo soluble o como compost— ha demostrado ser eficaz para estimular la germinación, el desarrollo radicular y la biomasa aérea de cultivos como tomate, arroz, maíz, espinaca, papa y fresa, según se detalla. Sin embargo, destaca el artículo, su impacto va más allá de la fisiología vegetal. Las investigaciones confirman que los polisacáridos presentes en algas como Ascophyllum nodosum, Sargassum wightii o Ulva lactuca activan la microbiota beneficiosa del suelo, promueven la formación de agregados estables y aumentan la capacidad de retención de agua. Además, estimulan micorrizas arbusculares y otros hongos simbiontes, claves para una nutrición eficiente.
Tolerancia al estrés y defensa frente a patógenos
Desde el punto de vista de tolerancia al estrés, en artículo se indica que la aplicación foliar de extractos de alga ha mostrado incrementar los niveles endógenos de prolina, betainas y antioxidantes en las plantas. Estas moléculas cumplen funciones esenciales en condiciones de sequía, salinidad y temperaturas extremas, estabilizando membranas celulares, secuestrando radicales libres y manteniendo el balance osmótico.
En paralelo, los extractos de algas ejercen un efecto repelente o supresor sobre diversas plagas y patógenos. Diversos estudios citados en la revisión indican que su uso regular puede reducir poblaciones de ácaros, nematodos y hongos fitopatógenos, tanto por acción directa como por activación de respuestas inmunes sistémicas en la planta. Algunos extractos incluso han mostrado ser efectivos para prolongar la vida poscosecha de hortalizas y frutas, mejorando su contenido nutricional y antioxidante.
Extracción, control de calidad y perspectivas para la región
Un factor clave en su eficacia es el método de extracción, que puede incluir disoluciones acuosas, alcalinas o físicas (presión, calor controlado). Estas técnicas deben preservar los compuestos sensibles al calor y garantizar la consistencia del producto final, considerando la variabilidad estacional de la biomasa algal.
Aunque su uso está más avanzado en países como Canadá, India, Reino Unido y Estados Unidos, en América Latina su adopción aún es incipiente. Sin embargo, especies como Ulva lactuca y Gracilaria sp. ya se han evaluado con resultados positivos en cultivos locales. Los autores señalan que la integración de estos extractos en programas de agricultura orgánica o convencional avanzada puede convertirse en una estrategia clave para reducir la dependencia de fertilizantes nitrogenados y pesticidas.
Finalmente, los investigadores advierten sobre ciertos riesgos: el contenido salino de algunas especies, la posibilidad de bioacumulación de metales pesados y la necesidad de estandarizar dosis y protocolos de aplicación. Por ello, recomiendan avanzar hacia normativas que regulen su uso agrícola, así como más investigación aplicada a nivel local.
Con una demanda creciente por prácticas agrícolas regenerativas y resilientes, los extractos de algas marinas se posicionan como un insumo estratégico dentro del nuevo paradigma productivo. Su capacidad para actuar sobre múltiples dimensiones de la sostenibilidad los convierte en una herramienta versátil para enfrentar los desafíos que impone la agricultura del siglo XXI.
Aplicaciones destacadas de los extractos de algas en agricultura
Estimulación del crecimiento vegetal
- Promueven la germinación, el vigor inicial y el desarrollo radicular gracias a la acción de fitohormonas naturales como auxinas y citoquininas.
- Favorecen la absorción eficiente de nutrientes, especialmente micronutrientes quelatados como Zn, Fe y Mg.
Mejora de la estructura y salud del suelo
- Incrementan la capacidad del suelo para retener humedad y mejorar la aireación.
- Estimulan la proliferación de microorganismos benéficos en la rizósfera, incluyendo micorrizas arbusculares.
Tolerancia a condiciones de estrés abiótico
- Aumentan la resistencia de las plantas frente a sequías, salinidad y temperaturas extremas mediante la acumulación de betainas y antioxidantes.
- Contribuyen a la estabilidad de membranas celulares y al mantenimiento del balance osmótico en condiciones adversas.
Control biológico de plagas y enfermedades
- Activan mecanismos de defensa inducida, reduciendo la incidencia de ácaros, nematodos y patógenos fúngicos.
- Generan efectos repelentes o supresores mediante compuestos fenólicos, terpenos y minerales quelatados.
Beneficios en la etapa poscosecha
- Prolongan la vida útil de los productos hortofrutícolas.
- Mejoran la concentración de compuestos funcionales como flavonoides y fenoles, sin alterar el rendimiento.
Remediación de suelos contaminados
- Ayudan a eliminar metales pesados como cadmio, plomo y cromo mediante procesos de adsorción natural.
- Actúan como filtros biológicos que reducen la toxicidad del suelo sin afectar su fertilidad.
Fuente:
Singh, A., Sharma, K., Chahal, H.S., Kaur, H., & Hasanain, M. (2025). Seaweed-derived plant boosters: revolutionizing sustainable farming and soil health. Frontiers in Soil Science.