Doblar los rendimientos productivos en cualquier cultivo agrícola puede ser, en muchos casos, una tarea titánica y casi imposible de lograr. Bien lo saben los productores colombianos de uchuva (una fruta también conocida como physalis, aguaymanto o golden berry) que durante muchos años veían como sus producciones estaban estancadas en los mismos valores, cerca de las 7 t/ha. Eso, hasta que un grupo de investigadores de la Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria, Agrosavia, desarrolló un trabajo inoculando plantas de uchuva con micorrizas, esa simbiosis entre plantas y hongos, con un resultado más que sorprendente: lograron rendimientos de casi 14 t/ha, algo impensable en un cultivo que, en ese país, se desarrolla bajo diferentes condiciones agroclimáticas y de altitud.
Muy diferentes a las que hay en la sureña, templada y lluviosa localidad chilena de Puyehue, donde los productores de papa de esa zona, y tras la aplicación de micorrizas a los suelos, lograron aumentos productivos entre 5 t/ha y 10 t/ ha, cuenta la Dra. Paula Aguilera, fundadora de Myconativa, una ‘startup’ chilena especializada en la fabricación de bioinsumos agrícolas.
El propio Bill Gates tiene claro el poder de los hongos. Casi diez años atrás, el 17 de junio de 2014, para ser más exactos escribía en Twiter (hoy X), “puede que no suene apetitoso, pero este hongo podría ayudar a alimentar a los hambrientos”, acompañándolo con la foto de un hongo micorrícico colonizando la punta de una raíz.
Si bien esta simbiosis se remonta a más de 470 millones de años, recientemente los agricultores ven en ella a una ‘socia’ para lograr mejores producciones. “Esto no siempre fue así”, subraya el Dr. Alberto Bago, investigador de la Estación Experimental del Zaidín, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de España, “Hace veinte o treinta años, los productores españoles no confiaban en esta tecnología porque no obtenían los resultados que esperaban”, añade.
Y no confiaban porque, básicamente, la calidad del inoculante era baja. Sin embargo, todo cambió cuando en 1994 el científico viajó a Canadá para hacer un postdoctorado en la Universidad de Laval, en Quebec, donde se encontró con científicos que estaban trabajando en la masificación de micorrizas, lo que suponía un desafío no menor, ya que las micorrizas son simbiontes obligados, es decir, no pueden completar su ciclo de multiplicación en ausencia de plantas.
Fue ahí donde se encontró por primera vez con la producción de micorrizas ‘in vitro’, algo totalmente innovador para la época. ¿Cómo se lograba esto? Colocaban esporas de hongos formadores de micorrizas en raíces sin parte aérea, que en condiciones controladas formaban micorrizas con potencial comercial. A su regreso a España, el Dr. Bago introdujo la técnica de producción de micorrizas ‘in vitro’ que, tras años de trabajo, se comenzó a comercializar en gel, lo que permitía mantener su estabilidad debido a las condiciones de humedad que le proporcionaba.
El Dr. Bago subraya la importancia de esta simbiosis entre hongo y raíz como “la madre de todos los microorganismos del suelo”. En sus palabras, se trata del futuro de la agricultura. “Y no solo de la agricultura, sino del equilibrio de los suelos en general. Más todavía en las condiciones tan cambiantes que estamos viviendo con el cambio climático”.
UN MERCADO GLOBAL DE CASI US$1.200 MILLONES
Los buenos resultados en campo han sido clave para que el mercado global de las micorrizas se sitúe hoy en US$1.180 millones, de acuerdo a la firma de inteligencia de mercado Mordor Intelligence. La misma proyecta que en 2029, esa cifra se elevará hasta los US$1.870 millones, creciendo a una tasa compuesta anual del 9,65% durante el período previsto (2023-2029).
El avance en la adopción del uso de estas simbiosis en agricultura se dio de la mano de las restricciones y limitaciones en el uso de sustancias activas. Además, la preocupación mundial por la degradación de suelos, siendo que son la base de la producción de alimentos, ha impulsado su masificación, donde los productores cada vez han ido abriéndose a probar nuevas soluciones más sostenibles. “Se establecieron como un grupo de soluciones a futuro, que vinieron para quedarse. Actualmente muchas empresas, incluso grandes empresas químicas, reconocen este cambio”, sostiene Verónica Cirino, CEO de Atens, empresa biotecnológica especializada en microorganismos.
Ese escenario ha sido propicio para que haya habido un incremento en el desarrollo de nuevas soluciones y tecnologías, creando alternativas en un momento en que los agricultores vieron amenazada su producción por la falta de fitosanitarios y fertilizantes. “Esto abrió una ventana en la mentalidad de los productores, desnudó la dependencia que tenían de los agroquímicos y les permitió buscar otras alternativas”, explica Armenia Velázquez, especialista mexicana en microbiología de suelos.
Esto, a su vez, derivó en dos posibles caminos; los productores optaron por soluciones biológicas y más sustentables, que incorporaron dentro de sus manejos agrícolas, y hubo otro grupo que fue más allá y optó por producir sus propios productos e instalar biofábricas en sus fincas, buscando ser más sustentables. Sin embargo, la instalación de estas, coinciden los entrevistados, debe hacerse con la mayor información científica posible, para obtener productos que realmente funcionen, y para asegurar su inocuidad.
UNA INTERACCIÓN DE MÚLTIPLES BENEFICIOS
En términos simples, la micorriza es la simbiosis entre las raíces de una planta y un hongo formador de micorrizas, donde ambos se benefician mutua mente; la planta le entrega azúcares producto de la fotosíntesis, recibiendo a cambio agua y nutrientes. A nivel molecular, la planta libera exudados radiculares con moléculas específicas, que son los mensajes que reciben las esporas de los hongos que están próximas a la raíz, para iniciar la interacción.
Se trata de extensiones de la raíz, mediante las que la planta puede alcanzar nutrientes y agua, que por sí sola no podría, gracias al micelio que permite un nivel de exploración mayor, mejorando su adaptación a distintas condiciones edafoclimáticas. Además, la simbiosis le entrega otros beneficios a la planta, como la mejora en la resistencia a distintos tipos de estrés o una estimulación para resistir mejor los ataques de patógenos radiculares.
“Las micorrizas son elementos fundamentales en lo que es la movilización de nutrientes, la retención de agua, en general, la resiliencia de los cultivos”, asegura Armenia Velázquez. “Parece ser que la micorriza es una estrategia de supervivencia para ambos grupos”, apunta.
“Hay una especie de baile entre varias moléculas que permiten que el hongo reconozca cuándo una condición es favorable para generar una interacción”, explica Cristian Estrada, CEO y fundador de Eficagua, empresa chilena que busca conservar el agua usando, entre otras herramientas, micorrizas.
Dicha supervivencia se manifiesta también en épocas de sequía. “Lo que genera tener un sistema con micorrizas, es que la planta, como tiene una conductividad hidráulica que es mayor, puede acceder a más volumen de suelo, que le permite resistir de mejor manera periodos con menos agua”, explica Estrada.
Las plantas además se vuelven más longevas. Así, es posible encontrar cultivos de fresas que, en lugar de durar dos años, llegan a cuatro o incluso cinco años con el mismo vigor, lo que permite también un ahorro para los agricultores. También se ha visto un beneficio en las hortalizas. “Las lechugas se pueden cosechar varios días antes, incluso unas dos semanas, lo que da pie para que el agricultor pueda completar un ciclo más del cultivo”, asegura la Dra. Aguilera.
También ayudan a la poscosecha de frutas y hortalizas, algo que se consigue porque si se tiene a una planta mejor equilibrada, también lo estará el fruto.
En el caso de la uchuva colombiana, las pruebas realizadas por los investigadores de Agrosavia, demostraron un fuerte aumento productivo, que incluso ese evidenció usando solo el 50% de la fertilización del cultivo control, lo que da cuenta de la disminución en el uso de fertilizantes con la aplicación de hongos formadores de micorrizas. El análisis también consideró la relación costo beneficio de las distintas pruebas. “La mezcla de Glomus y Acaulospora resultó ser de 2,7, es decir, por cada peso que el agricultor invierte, recibe 2,7. Es interesante comparar esta cifra con el tratamiento control que tuvo el 100% de la fertilización, en el que la relación costo beneficio fue de ‘solo’ 1,6”, señala la Dra. Margarita Ramírez, ingeniera agrónoma e investigadora Ph.D. senior de Agrosavia.
• Ectomicorriza (Suillus, Cortinarius, Rhizopogon, por mencionar algunas).
• Micorriza arbuscular (Acaulospora, Entrophospora, Gigaspora, Glomus).
• Micorriza orquidoide (Armillariella, Gymnopilus, Marasmius).Equilibrar la microbiología.
• Micorriza ericoide (Pezizella).Fomentar la biodiversidad utilizando estrategias ecológicas o naturales.
INTERACCIÓN CON MÁS DEL 90% DE LAS PLANTAS
La mayoría de cultivos tiene la capacidad de interactuar con estos hongos, sobre el 90% de las plantas terrestres. Pero hay algunas que no. “Las plantas de la familia crucífera no establecen simbiosis. Lo que explica la literatura es que el tipo de adaptación de estas especies a niveles bajos de nutrientes se dio con una formación muy distinta de las raíces, que producen muchísimos pelos radiculares para aumentar la captación de nutrientes”, precisa la Dra. Ramírez.
Mantener una simbiosis es muy costoso para la planta, porque le entrega parte de los carbohidratos que usaría para fructificar al hongo, pero se compensa con los nutrientes que recibe como respuesta. Si el cultivo se encuentra en un suelo sobre fertilizado, la planta no se asociará al hongo para aprovechar todos los nutrientes disponibles en su propio crecimiento.
Las comunidades de hongos formadores de micorrizas van variando con el paso del tiempo. Si bien realizar estudios de seguimiento de las comunidades de la raíz lleva tiempo y dinero, se han documentado análisis de especies perennes en que las comunidades se van modificando según varios factores como la edad de la planta o las condiciones ambientales. Un inóculo mixto, que comprenda varias especies, entrega la posibilidad de que según el momento determinado del análisis se vea reflejada una presencia mayor de un hongo por sobre otro.
CONSIDERACIONES AL APLICAR HONGOS MICORRÍCICOS
Algo a tener en cuenta al incorporar micorrizas en los cultivos es poner atención a la aplicación de fósforo entre 10 y 15 días post inoculación para no ralentizar el proceso de micorrización. “Es recomendable reducir la cantidad de fósforo o incluso restringirlo”, señala Cristóbal Muñoz, director técnico de Atens en España. “Si bien el fósforo no va a destruir al hongo micorrícico, si la planta detecta altas cantidades de fósforo disponible, no secretará estrigolactona, una fitohormona que entre sus funciones activa la germinación de la espora, y no va a iniciar la micorrización”, explica.
El Dr. Bago coincide y explica que hay que generar condiciones para que la planta necesite generar la simbiosis. El experto enfatiza que la ‘performance’ de los hongos micorrícicos será mejor en condiciones de estrés, ya que en condiciones óptimas la planta tiene los nutrientes a disposición y el proceso de micorrización le significa una demanda de recursos. “Si la planta tiene fósforo, ¿para qué se va a micorrizar si tiene todo disponible? Entonces lo que hay que hacer es ‘darle un poquito de hambre’, para que entienda que se tiene que micorrizar, y luego le daremos el fósforo”.
AMÉRICA LATINA, EL MERCADO NATURAL PARA EL DESARROLLO COMERCIAL
En Europa, uno de los lugares donde ha habido un importante desarrollo en el uso de micorrizas, se usan sobre todo en cultivos frutales y en viñedos, que coinciden con ser cultivos de alto valor, como también son las hortalizas que se producen en los invernaderos de Almería y que se venden en diferentes países de la UE. En España se empezaron a usar en viveros, algo que ya se hacía en Italia y Francia, donde se vendían plantas de vid micorrizadas. Empresas de semillas aplicaban hace unos años micorrizas directamente en los semilleros de girasol.
Uno de los mercados naturales para continuar el desarrollo comercial de micorrizas parece ser América Latina, donde las perspectivas de crecimiento son grandes, sobre todo porque hay países donde ha habido un interesante desarrollo de la industria agrícola, sobre todo frutícola. Allí es donde este tipo de productos vienen a llenar un vacío, algo que es bien recibido por los agricultores de la región.
Pero, ¿en qué países puede haber un mayor desarrollo? Hay dos que asoman como los principales: Chile y Perú. El primero en cultivos frutales de alta rentabilidad como el cerezo y el avellano, y el segundo en cultivos que han experimentado un gran crecimiento en el último tiempo como el arándano, la uva de mesa y el aguacate.
No son los únicos, porque la aplicación de micorrizas también está creciendo en Colombia, Ecuador, Guatemala y México. “Los cultivos que tienen la capacidad de invertir son los que echan mano de estas herramientas. En México, noto que los cultivos tecnificados como tomate, hortalizas en general y fresas las han adoptado mucho”, sostiene Velázquez.
Asimismo, habría futuro en la agricultura extensiva. Las micorrizas ya se han testeado con éxito en Brasil, en campos de soja, donde se calcula que hay, al menos, casi 40 millones de hectáreas de este cultivo. En el mismo Brasil, investigadores de Embrapa han comprobado su efectividad en maíz y banano.
EL HONGO QUE LO HACE TODO
El Dr. Bago explica que, siempre que la calidad de la micorriza sea óptima, funcionará y será beneficiosa para la planta. “El hongo micorrícico es como Gandhi”, sostiene, “le va a entregar a la planta todo lo que necesita para crecer mejor, defenderse de patógenos, y encontrarse mejor en condiciones difíciles”.
Cuando comenzaron los estudios sobre micorrizas se consideraban como biofertilizantes por su capacidad para movilizar nutrientes a través de las raíces. Al avanzar las investigaciones, fueron dando cuenta de sus acciones como inductores de resistencia o bioprotectores, y luego, de sus cualidades para hacer más resilientes a las plantas frente a estreses abióticos, es decir, como bioestimulantes.
La Dra. Ramírez señala que “puede hacerlo todo a la vez, pero hay que evaluar el género y la especie; algunos se orientan más al tema de nutrición, o más activos en atrapar metales pesados, otros que produzcan más glomalina, u otros que generen una mayor reacción en la planta para producir defensas”.
Algo importante a tener en cuenta respecto a lo anterior, es que dependerá siempre del género del que se esté hablando, ya que, como en todo orden de microorganismos, unos son más efectivos en acciones bioprotectoras, otros como bioestimulantes, y otros como biofertilizantes. “Es muy raro que encontremos una especie específica, valga la redundancia, que cumpla todas las funciones”, subraya Armenia Velázquez.
SU PODERÍO COMO BIOPROTECTOR
Los problemas de metales pesados en los suelos son cada vez más recurrentes y cosmopolitas, y algunos cultivos son especialmente sensibles a sus efectos. Los hongos formadores de micorrizas inmovilizan los metales pesados mediante dos posibles mecanismos; acumulándolos en vacuolas dentro de las hifas, y mediante la exudación de glomalina, una proteína que actúa como una suerte de ‘cemento’, que atrapa los metales pesados.
“Ese cemento forma una estructura de suelo, y si en ese suelo está por ejemplo el cadmio, queda atrapado ahí y no puede salir del agregado que hace el hongo con la glomalina”, explica la Dra. Ramírez.
Dentro de sus funciones, las micorrizas también actúan como bioprotectores. Un reto muy grande para la uchuva colombiana es el ataque de Fusarium oxysporum, que produce marchitez vascular. La enfermedad puede llegar a provocar la pérdida del 100% de la producción. Cuando la presión de la enfermedad sube mucho, los productores toman una decisión drástica: abandonar ese huerto y migrar el cultivo a otro lugar. “El suelo con Fusarium genera problemas ambientales muy fuertes”, sostiene la Dra. Ramírez sobre una situación que como Agrosavia han propuesto trabajar con hongos formadores de micorrizas también como controladores biológicos.
Cuando llega un patógeno, la planta micorrizada ya desplegó su arsenal de defensa, por lo que se defiende mucho más rápido y contundentemente. “Si el mecanismo de defensa es engrosamiento de las paredes de la raíz, la planta ya tiene esos genes activados y de esta forma se defiende mejor porque está preparada para responder”, ejemplifica la investigadora de Agrosavia.
Varios estudios científicos mencionan que la presencia de micorrizas puede estimular el sistema interno de defensa de las plantas. “La interacción es positiva para la raíz no solo desde el punto de vista de que la micorriza le alcanza nutrientes y agua a la planta, sino que también le puede inducir la resistencia sistémica”, explica la microbióloga Armenia Velázquez.
Además, una planta micorrizada modifica su patrón de exudación y ya no resulta tan atractiva para los patógenos. “Podemos decir que la micorriza es la generala de todo un batallón que tiene como objetivo proteger a la planta de patógenos”, sostiene Velázquez y añade que el patógeno puede estar presente, pero una planta micorrizada no le da la posibilidad de que cause el mismo nivel de daño que si se tratara de una raíz desnuda.
COMPATIBILIDAD CON FUNGICIDAS QUÍMICOS
“La planta no es una planta funcional sin micorrizas. La planta se compone de micorrizas, tallo y hojas desde hace 470 millones de años”, sostiene el Dr. Bago. Dentro de los campos, la aplicación de agroquímicos, ya sean fertilizantes o pesticidas, está presente en prácticamente todos los manejos. Para el caso de los productores que realizan aplicaciones para establecer micorrizas, siempre se debe considerar que se trata de hongos, por lo que el manejo fitosanitario debe tener especial cuidado de no perjudicarlos.
La recomendación general que hacen los entrevistados es realizar aplicaciones de contacto en vez de sistémicas, de manera que no lleguen a la raíz directamente y acaben con la simbiosis. Para muchos cultivos de exportación con destino al mercado europeo, la UE mantiene restricciones frente a algunos plaguicidas, por lo que los productores aplican fitosanitarios de baja toxicidad, que generalmente son de contacto.
En caso de una aplicación accidental o un mal manejo con fungicidas, la planta no va a morir por la separación de la simbiosis, pero sí se debilitará. “La planta ya no será tan eficiente en la toma de nutrientes. Si es una planta de ciclo corto, se alcanza a salvar el cultivo. Si no, hay que ver si se reinocula o se aplican fertilizantes, sean orgánicos o químicos”, explica la Dra. Ramírez. Si el cultivo requiere una reinoculación, el mejor momento es cuando las raíces se están regenerando, ya que una mayor actividad radicular permite una colonización más rápida.
Al incorporar micorrizas a un cultivo, se parte de la base que se reducirá el uso de fertilizantes, por lo que, si pasara una situación como la anterior, probablemente no se ahorraría ese porcentaje de fertilización, pero el cultivo no se perderá. Esto es diferente si se trata de un biocontrolador, que en caso de no funcionar, puede generar pérdidas importantes.
Trichoderma es uno de los hongos más usados en agricultura, ya sea por su poder como biocontrolador o bioestimulante. Una creencia común es considerarlo como un ‘hongo caníbal’. Esta reputación se la ganó debido a su agresividad para multiplicarse y colonizar espacios. Sin embargo, es un buen aliado para las micorrizas, incluyéndose en productos como consorcios. “No hemos encontrado hasta el momento ningún efecto negativo de utilizar simultáneamente varios microorganismos”, explica la Dra. Ramírez, “es más, en la naturaleza conviven todos”.Para asegurar una formulación en equilibrio, es fundamental realizar estudios de compatibilidad. “Hay cepas de Trichoderma que se comportan muy bien con las micorrizas y otras que presentan altos grados de antagonismo, donde no las dejan crecer. Cuando detectamos ese nivel de antagonismo, decidimos no utilizarlas. Todo depende siempre del objetivo que buscas con tu formulación”, explica Armenia Velázquez.
En esto coincide el Dr. Enrique Monte, académico e investigador de la Universidad de Salamanca, en España. “No podemos pontificar y decir que Trichoderma es compatible con todas las micorrizas, o que las micorrizas son compatibles con todos los Trichoderma. Experimentalmente podemos haber visto que sí lo son, pero hay que ensayar caso por caso”.
Una forma de asegurar que ambos se establezcan en la rizosfera, es aplicar Trichoderma cuando la planta ya se encuentra micorrizada. “Cuando a una planta con micorrizas le aplicamos Trichoderma, las vías de penetración de las hifas de la micorriza en la raíz pueden ayudar a Trichoderma a penetrar”, explica el Dr. Monte.
Atens lleva más de tres décadas trabajando con micorrizas, Trichoderma y bacterias, cada uno con beneficios particulares asociados como son el aumento de la exploración del suelo buscando recursos, la competencia a nivel de la rizosfera y promoción de la raíz, el desbloqueo de nutrientes y aumento de la eficiencia en la nutrición de las plantas. Las combinaciones de microorganismos permiten maximizar las cosechas como efecto principal de la interacción positiva de los simbiontes en el suelo, donde coordinados dentro de un protocolo de aplicación pueden desarrollar todo su potencial.
ADAPTARSE AL ESTRÉS
Históricamente hablando, las micorrizas aparecieron como forma de adaptación de las plantas cuando pasaron de sistemas acuáticos, donde tenían todos los nutrientes disponibles, a sistemas terrestres.
La producción de las micorrizas se puede hacer ‘in vivo’ en campo abierto, ‘in vivo’ en condiciones de invernadero, y mediante propagación ‘in vitro’. El método más usado a nivel mundial es la propagación ‘in vitro’, que permite obtener una gran cantidad de esporas debido a su rápida reproducción, pero estas son poco estables en condiciones de campo y su capacidad de colonización disminuye. “Puede que tengamos un concentrado de esporas, pero si al aplicarlas en campo, en condiciones de suelo donde hay una infinidad de microorganismos, no son capaces de luchar por colonizar a la planta, no sirven de nada”, afirma Cirino, CEO de Atens.
Es por esto que en Atens reproducen los hongos formadores de micorrizas mediante producción ‘in vivo’ en invernaderos de última generación, que les permite obtener una solución “muy competitiva” para su aplicación en campo. “Producimos en mesa de acero inoxidable, en condiciones totalmente controladas, donde nuestros invernaderos funcionan como biorreactores, para garantizar que no exista ningún tipo de contaminación”, apunta la CEO de la compañía.
Tanto la producción ‘in vivo’ como ‘in vitro’ considera una fuerte inversión inicial para contar con las instalaciones necesarias, pero luego la producción de hongos formadores de micorrizas permite amortizar los costos.
El Dr. Bago apunta a la ‘democratización’ de las micorrizas en el sentido en que están disponibles en distintas formas de aplicación, para distintos cultivos y distintas etapas de la producción. “Lo que queremos es que la gente sepa que es una herramienta que funciona y que está disponible para todos”.
En ese sentido, el especialista menciona el caso de algunas grandes agroexportadoras que ya producen sus propias micorrizas, similar a lo que se está haciendo con las biofábricas. “Es un mercado que está totalmente por explotar, y en la actualidad está en manos de muy pocos. Para que todo funcione bien lo fundamental es que las micorrizas que se produzcan sean de excelente calidad, porque si no el riesgo es engañar al consumidor final con productos de grandes expectativas y poco éxito. El costo inicial para ello es muy bajo comparado con los réditos que se obtienen. Por eso, se haría imprescindible que hubiera más empresas que fabricaran esas micorrizas de alta calidad para fomentar la competencia y mantener siempre la certificación máxima”, explica el experto.
INOCULAR EN MOMENTOS DE MAYOR ACTIVIDAD RADICULAR
Lo primero antes de pensar en inocular un cultivo con hongos formadores de micorrizas es conocer la actividad y condición de los suelos. Un suelo demasiado compacto no va a permitir la penetración de la raíz, por lo que la micorriza no podrá establecerse óptimamente. “En esos casos – dice Armenia Velázquez – antes de inocular, preparamos la casa para las micorrizas y cuando vemos mejoras en el suelo, podemos pasar a inocular”.
Para el caso de la gran mayoría de los suelos de América Latina, que presentan bajas cantidades de materia orgánica, Velázquez recomienda proporcionar fuentes complejas de carbono, ideales para estimular el desarrollo de hongos. “Ya sean ácidos húmicos, ácidos fúlvicos, o ácidos carboxílicos, funcionan como prebióticos y la micorriza se establece mejor”.
Sobre el mejor momento para la inoculación, los entrevistados coinciden en que mientras antes se realice, mejor. La Dra. Ramírez señala que realizar la inoculación con hongos formadores de micorriza en la bandeja de plantulaje, permite que la interacción comience en el momento en que la semilla germina. “Hay un mecanismo de reconocimiento en algunas células, que permite el ingreso del hongo hasta la corteza de la raíz y ahí se hace la simbiosis, que es el intercambio de nutrientes; la planta le da carbohidratos, el hongo le da nutrientes y agua a la planta y ambos se benefician”.
Aplicar en etapas tempranas permite usar una menor cantidad de producto. Para garantizar una buena colonización se requieren aproximadamente 70 esporas por planta, si se trata de una inoculación en plántulas. El ahorro de esta aplicación también pasa por la necesidad de menos jornales, ya que se realiza al mismo momento.
En el caso que un cultivo se inocule cuando ya está en una etapa de desarrollo más avanzada, no significa que no será capaz de generar la simbiosis, sino que verá sus efectos después y necesitará una cantidad considerablemente mayor de hongos formadores de micorrizas.
Un caso particular informado por la bióloga Armenia Velázquez se da en el cultivo de uva de mesa. “Aquí en México se hacían las aplicaciones iniciando la primavera”, recuerda, y agrega que han realizado pruebas inoculando micorrizas después de la cosecha, es decir, en los últimos días de verano, principios de otoño. “En la poscosecha no se le hacía ningún tratamiento, pero es un etapa fundamental porque la uva de mesa libera una gran cantidad de exudados radiculares con el objetivo de atraer microorganismos, nutrientes, etcétera, que le van a servir de reserva para la próxima etapa de producción”.
En cultivos que tengan un proceso similar al de la uva de mesa, la experta recomienda enfocarse en el proceso de poscosecha, ya que es cuando muchos cultivos almacenan recursos para el próximo ciclo. Las micorrizas son esenciales para que la planta alcance esos recursos, ya que le permite un área de exploración mayor a la planta.
PREPARAR LA CAMA PARA EL ESTABLECIMIENTO DE LAS MICORRIZAS
Realizar prácticas como rotación de cultivos, biodiversidad de los mismos y aplicaciones reguladas de fitosanitarios, es decir, medidas que permitan avanzar hacia una agricultura regenerativa, disminuyendo la cantidad de agroquímicos, permite que las micorrizas se establezcan de mejor manera. Además, conocer el estado del suelo es clave para conocer sus deficiencias y requerimientos. “Es importante que en primer lugar veamos la actividad y condición de los suelos”, subraya Velázquez.
“Estoy convencida de que este es el camino”, sostiene Armenia Velázquez. “No solamente los químicos sino nuestra manera de trabajar, de pensar sin tener en consideración el suelo, nuestra propia salud y la salud de los ecosistemas, nos ha llevado a que estemos al borde de un colapso. Si los suelos se degradan, ¿dónde vamos a producir?”.
Para la Dra. Ramírez, es “una forma natural y efectiva de proteger el medio ambiente, al consumidor, al productor, y está en la naturaleza, no estamos inventando nada”. La adopción de estrategias más sostenibles pasa también por cambiar la mentalidad, tanto de los productores como de los consumidores. “Hay que volver a ver integradamente todo el sistema. Si uno como consumidor cambia su visión y acepta que un fruto pueda tener una manchita y no pasa nada, no voy a presionar al productor para que aplique y aplique fitosanitarios para que el fruto esté ‘perfecto’”.
El llamado que hacen los expertos es también a ser pacientes y no pretender encontrar ‘soluciones milagrosas’. “Pasa lo mismo con nuestra salud, cuando nuestro cuerpo nos dice que tenemos que hacer cambios. Tenemos que hacer cambios en la manera de producir y aplicar productos al suelo”, sostiene la Dra. Ramírez.
También pasa por una educación de los productores y encargados de fincas, que conozcan lo que están aplicando y las dosis que requieren los cultivos. “Muchas veces hacen demasiadas aplicaciones y generan un desequilibrio en el suelo que luego hay que restablecer”, apunta Velázquez.
Precisamente respecto a la dosis de aplicación de micorrizas, existen diferencias significativas en los productos disponibles en el mercado. Además, la dosis dependerá del momento de aplicación y del cultivo que se busque micorrizar, al igual que si se trata de cepas nativas o extranjeras, si son del mismo género, y de su forma de producción.
Hay productos que traen una concentración en esporas, hifas o propágulos. Las esporas son las más resistentes pero las que más tardan en producir efectos; las hifas son los filamentos y unidades estructurales de los hongos; y los propágulos consideran el conjunto de esporas, hifas y raíces micorrizadas, por lo que su colonización es más rápida y eficaz.
Como ejemplo, Yegún Nativa, la primera solución de Myconativa, a base de hongos nativos micorrícicos arbusculares aislados del sur de Chile, es un producto altamente concentrado, de 28.000 propágulos por gramo, porque se desarrolló apuntando a la agricultura convencional, que aplica muchos productos químicos. Pero otros productos contienen desde 2.000 propágulos por gramo con buenos resultados.
TENDENCIAS DE INVESTIGACIÓN
Si bien se ha documentado la inoculación con hongos formadores de micorrizas en prácticamente todos los cultivos capaces de generar la simbiosis, los que más adoptan esta estrategia son los cultivos de alto valor.Los cultivos que se han movido de su zona histórica de producción a otras con características edafoclimáticas diferentes, también han sumado a las micorrizas en sus programas de manejo, buscando como primer efecto una mejor adaptación y resiliencia.
La tendencia de estudio y aplicación está en pasar de la parte básica del conocimiento fundamental, a la parte aplicada y observar qué ocurre en campo. Se está impulsando el desarrollo de consorcios de hongos formadores de micorrizas, que incluyen géneros de hongos cosmopolitas y otros nativos. Sobre este punto, se deben formar consorcios que tengan sentido y compatibilidad entre los microorganismos que los componen.
Otra inclinación de la investigación de estos simbiontes es el desarrollo de micorrizas específicas para las necesidades de los cultivos. “No es cuestión de tener una micorriza para cada hectárea de terreno, pero muchas grandes empresas estaban ofreciendo una micorriza para todo. Idealmente hay que trabajar con micorrizas autóctonas adaptadas a la zona donde se encuentra el cultivo”, sostiene el Dr. Bago.
En este sentido, el especialista menciona la oferta que algunas empresas desarrollan de ‘micorrizas a la carta’, centrándose en la biodiversidad de cepas y sus diferentes adaptaciones según el lugar donde se encuentran. Las micorrizas generan un ‘efecto llamada’, ¿qué quiere decir esto? Que al establecerse la simbiosis, fomentan la biodiversidad del suelo.
“Los límites del futuro de las micorrizas los pones tú”, añade el experto. “Las investigaciones y desarrollos avanzan a medida que el agricultor requiere nuevas formas de aplicación, mayor concentración de propágulos y otras necesidades específicas. Si nadie lo necesita, no se investiga”, puntualiza.
RESPONSABILIDAD AL REGISTRAR MICORRIZAS
Pese a que América Latina ha experimentado un aumento en el desarrollo y adopción de soluciones biológicas en los últimos años, impulsado principalmente por Brasil y México, el tema de registro de productos todavía está ‘en pañales’, según Velázquez. “Hay muchos ‘claims’ que no se pueden aplicar en los bioinsumos porque la ley no está preparada para que hagamos hincapié en ciertos atributos de los microorganismos”, sostiene.
Para el caso de México, los bioproductos se pueden inscribir como plaguicidas microbiales, inoculantes microbiales, y los bioestimulantes se registran como nutriente vegetal. “No tenemos realmente una regulación específica. Si queremos usar las micorrizas como biofertilizantes, se registran como inoculantes microbiales”, sostiene la bióloga.
Las discrepancias entre países también generan una suerte de vacío, ya que muchas veces un producto que se registra como inoculante microbial en un país, al ingresar a otro mercado el término no aplica. “Hace falta muchísimo trabajo, la academia debe tener un acercamiento con los reguladores para facilitar la comprensión de lo que estamos haciendo”, agrega Velázquez.