Investigadores de la Universidad Científica del Sur (Científica) vienen desarrollando un proyecto de cultivo y aprovechamiento tecnológico de macroalgas pardas y rojas, en las regiones de Lima e Ica, cuyo resultado es la producción de un biofertilizante que ya ha sido probado con éxito en etapas tempranas del cultivo del maíz.
El proyecto incluye la producción en el mar de al menos tres especies de macroalgas marinas –Chondracanthus chamissoi, Gracilariopsis lemaneiformis y Macrocystis pyrifera–, el cultivo de una de ellas en laboratorio –Mazzaella canaliculata– y la investigación y el aprovechamiento de otras tres que crecen en ambientes naturales: Lessonia trabeculata, Ulva lactuca y Codium peruvianum.
Financiado inicialmente con fondos estatales del programa Innóvate Perú, su propósito original fue desarrollar tecnologías de cultivo de macroalgas, pero después, gracias a una nueva inyección de fondos del Programa Nacional de Innovación en Pesca y Acuicultura (PNIPA), los objetivos se ampliaron a la investigación y producción de un fertilizante a base de algas que pudiera ser usado en la agricultura.
–En el Perú hay 270 especies de algas identificadas, entre pardas, rojas y verdes– dice Paul Baltazar, jefe del Laboratorio de Investigación en Cultivos Marinos de la Científica. –Nuestro objetivo fue, precisamente, identificar cuáles de esas especies podían ayudar a la agricultura a través de la producción de biofertilizantes.
Como se sabe, las algas marinas contienen diversas hormonas promotoras del crecimiento, como citoquininas y auxinas. También contienen ácidos algínicos, fúlvicos y manitol, además de diversas vitaminas, compuestos biocidas y alrededor de 5.000 enzimas.
–Usar biofertilizantes a base de algas marinas mejora el suelo– dice Baltazar. –Cuando optas por fertilizantes químicos, como la urea, tienes que, además, comprar aditivos, hormonas, minerales, lo que hace que el producto sea más caro. Las algas fortalecen las propiedades inmunológicas del vegetal, las propiedades de crecimiento y enraizamiento y, además, mejoran el suelo.
ENSAYOS EN MAÍZ
Para encontrar el compuesto más efectivo, los investigadores ensayaron con alrededor de 15 combinaciones de algas en distintas concentraciones. Finalmente, el producto que obtuvo mejores resultados fue una combinación de M. pyrifera (conocida en las costas del Perú como sargazo), L. trabeculata (palo) y C. chamissoi (yuyo).
Al principio, probaron la efectividad de las combinaciones en el centro de producción de plantas de la Científica y, luego, en un fundo en Lurín. Distribuyeron los ensayos en 15 parcelas de maíz, aplicando las diferentes combinaciones en cada una de ellas, tanto en riego en la tierra como con aplicaciones foliares.
–No podemos dar detalles porque son investigaciones que están en desarrollo para tesis, pero lo que sí puedo decir es que las diferencias fueron evidentes– dice Baltazar. –Las plantas con las mejores fórmulas mostraron mayor crecimiento, hojas más grandes y verdes y, en general, estaban más fuertes.
El científico dice que por razones de presupuesto no han continuado con los estudios hasta la etapa de cosecha, pero que están buscando alianzas con empresas privadas para retomarlos y para realizar ensayos en otros cultivos, sobre todo frutícolas.
–Estamos en conversaciones con una empresa de Sullana para hacer un trabajo completo con mango y limón, para ver no solo el crecimiento sino también los resultados en fruto, en rendimiento y productividad.
SISTEMAS DE PRODUCCIÓN
Los investigadores producen las algas en sus laboratorios en Pisco, en la región Ica, y en Pucusana, en la región Lima. Usan dos procesos de cultivo. El primero, a través de la liberación de esporas en estanques y el cruzamiento de gametos masculinos y femeninos, en el que las nuevas plántulas crecen adheridas a un sistema de cuerdas durante dos meses, hasta que son sembradas en el mar. El segundo, en el que las algas son fragmentadas y enrolladas en cuerdas y luego sembradas. Este sistema es más rápido y menos complejo que el de la fecundación natural, pero, según explica Paul Baltazar, tiene como punto débil que la diversidad genética de las algas producidas es menor.
Los científicos desarrollaron el segundo sistema de producción debido a que el proyecto tiene como componente social la transferencia de todo el conocimiento sobre el cultivo de algas y la elaboración de los biofertilizantes a los pescadores de Pisco y San Juan de Marcona, con quienes establecieron un convenio de colaboración, y a quienes les resulta más conveniente elaborar los biofertilizantes en plazos más cortos.
El jefe del Laboratorio de Investigación en Cultivos Marinos dice que numerosos pescadores ya están cultivando sus algas, cosechando las que crecen en ambientes naturales y produciendo sus propios biofertilizantes, que están vendiendo a pequeños agricultores de sus respectivas comunidades.