La naturaleza es una generosa fuente de ácidos grasos. Las plantas de girasol, palma de aceite, soya y geranios, así como buena parte del reino animal producen las biomoléculas de naturaleza lipídica que los conforman y que son claves para la alimentación de diversos seres vivos, incluyendo el ser humano. Su presencia es tan extendida que también puede encontrarse ácido graso en el mismo suelo, desde donde se alimentan pequeños organismos.
No obstante, además de la alimentación, los cafeteros de Colombia están encontrando un nuevo uso para el ácido graso: aplicarlo en altas concentraciones para combatir agresivamente las hierbas y malezas que afectan sus cultivos. Se trata de una alternativa biológica para el control de estas invasiones y que, a diferencia de los tradicionales herbicidas químicos como el glifosato, se descompone en el medio ambiente sin dejar residuos tóxicos.
“Aplicar ácidos grasos en concentraciones altas tienen un efecto desecante en las plantas, lo que sirve para el control de malezas, pero también tiene la bondad de que, al ser una sustancia común del ecosistema, el producto se degrada rápidamente y es biodegradable”, dice el colombiano Carlos Guzmán, CEO de Emery Oleochemicals para Latinoamérica y el Caribe, cuya filial Agro Green, produce soluciones sostenibles para la agricultura. “El uso de ácidos grasos en los campos, desde el punto de vista de inocuidad, encaja perfectamente en la producción agrícola”, agrega el ejecutivo.
CADENA DE NUEVE ÁTOMOS DE CARBONO
La compañía, la primera en registrar un bioherbicida en Colombia y en América Latina, ha apuntado a los cafetales colombianos para probar la efectividad del producto Emerion 7700. Este es un bioherbicida desecante de contacto, que se puede utilizar solo o en mezcla con herbicidas químicos convencionales cuando se quiera reducir la carga química y tener un efecto sinergia.
La razón para escoger este cultivo como punto de partida se explica por las nuevas regulaciones globales que le son exigidas al grano más comercializado del mundo. Colombia exporta unos US$ 1.000 millones de café al año a Europa, un mercado que ha puesto en marcha una serie de regulaciones para disminuir el uso de químicos en los alimentos que se consumen en ese continente.
Carlos Guzmán, de Emery Oleochemicals: “Registrar un biológico es más difícil que registrar un agroquímico en Colombia, pero la tendencia debe ser a que ocurra lo opuesto”
Justamente es el control de malezas donde los cafetaleros usan más químicos convencionales. Una tarea que tradicionalmente ha sido dominada por glifosatos, pero para la que ahora surgen opciones naturales.
El Emerion 7700, como buena parte de las soluciones de herbicidas basadas en ácidos grasos que empiezan a estar disponibles en América Latina, se basan en ácido pelargónico, también llamado ácido nonanoico, una sustancia orgánica compuesta por nueve átomos de carbono. Es también el compuesto que utiliza Suppress EC, un herbicida fabricado por Westbridges y que la chilena Anasac empieza a distribuir en varios mercados de América Latina. La solución logra penetrar la cutícula y las membranas celulares de la maleza, disminuyendo el pH interno de sus células, lo que los pocos minutos, causa la disfunción de la célula de la membrana. Durante los siguientes minutos, disminuyen las reservas de ATP celular y glucosa-6-fosfato, lo que conlleva a una disfunción de la membrana que conduce a una fuga celular, colapso y desecación del tejido
Los herbicidas de ácidos grasos son extremadamente rápidos y no selectivos, por lo que “queman” todos los tejidos verdes. Su efectividad está relacionada con la temperatura, pero en todas las condiciones, excepto en las más frías, las plantas tratadas comienzan a mostrar el daño a los 15-60 minutos y comienzan a colapsarse dentro de las 1-3 horas posteriores a la aplicación.
No obstante, no es sistémico y no afecta los tejidos leñosos. Si bien es activo contra musgos y otras criptógamas, no tiene actividad en el suelo. Puede eliminar por completo muchas malas hierbas anuales, mientras que las más grandes, como las gramíneas y las plantas leñosas, pueden volver a crecer.
250 FINCAS YA LO UTILIZAN
Pese a que los ácidos grasos son bastante extendidos en la naturaleza, el complejo proceso de registrar un herbicida basado en ellos, como Emerion 7700, los hace escaso. En Colombia, el proceso tardó casi cuatro años, concluyendo en 2020. “Registrar un biológico es más difícil que registrar un agroquímico en Colombia, pero la tendencia debe ser a que ocurra lo opuesto”, dice el ingeniero agrónomo.
De hecho, entre las soluciones biológicas que se utilizan para control de plagas, enfermedades y pestes, los bioherbicidas tiene una participación muy baja. De acuerdo a la firma especializada Dunham Trimmer, las ventas de bioherbicidas en América Latina llegaron apenas a US$ 6 millones en 2020 y podría llegar a US$ 13 millones en 2025. Es menos del 1% de toda la categoría de biocontroladores, muy por detrás de bioinsecticidas, biofungicidas y bionematicidas.
Los bioherbicidas representan menos del 1% del total de ventas de controladors biológicos en América Latina, según cifras de Dunham Trimmer. Muy por detrás de bioinsecticidas, biofungicidas y bionematicidas.
La punta de lanza han sido justamente los cafetales colombianos, donde el ácido pelargónico ya se está usando en 250 fincas, en los departamentos de Antioquia, Eje Cafetero, Huila, Tolima y Nariño.
Una de estas es la finca Portugal, ubicada en el municipio de Santa Bárbara, en Antioquia, la cual cuenta con cuatro sellos que certifican la sostenibilidad del proceso de producción para su exportación.
Sus tierras están ubicadas a 1.750 metros sobre el nivel del mar, lo que evita que haya una alta proliferación de plagas, y, por ende, requiere muy pocos pesticidas. La broca, la plaga de café mas importante del mundo, no es un problema mayor debido al cultivo de especies resistentes y a recolección manual durante todo el año, además del uso de hongos como Bauveria y Trichoderma como otras herramientas de control biológico.
Sin embargo, ante la presencia de arvense o “malas hierbas”, sus responsables sumaron el ácido pelargónico de forma selectiva para su control, teniendo en cuenta que el producto es de alta dosificación y agresividad. Lo aplicaron para eliminar ciperáceas, venadillo y gramíneas.
El resultado fue efectivo, aunque, pudieron notar, quizás por el invierno, que hubo rebrote entre los 20 y 30 días después de aplicar el ácido pelargónico. Es menos tiempo que el que se da tras aplicar glifosato.
Aun así, para los productores de esta finca, se trata de una buena opción dada la ausencia de otros herbicidas biológicos, y que, a pesar del mayor costo, para algunos productores puede ser posible incorporarlo en un manejo integrado si se tiene conocimiento pleno del funcionamiento del producto y se maneja con criterio.
Así lo ven también en Agrocafé, empresa que representa a las cooperativas de la Federación Nacional de Cafeteros, y que ha comenzado a impulsar la transición hacia estas nuevas tecnologías sostenibles, incluyendo la aplicación de ácidos grasos.
“Si bien no es tan barato como el glifosato, llegará el momento en que se deberá utilizar por razones obvias de competitividad y posicionamiento del café de Colombia”, dice César Cadavid, gerente general de Agrocafé. “Es una tendencia mundial en la que Colombia no puede quedarse atrás”.
César Cadavid, de Agrocafé. “Si bien no es tan barato como el glifosato, llegará el momento en que se deberán utilizar (bioherbicidas) por razones obvias de competitividad y posicionamiento del café de Colombia”
Es importante resaltar que, recientemente, la ministra de Agricultura y Desarrollo Rural de Colombia, Cecilia López, indicó que están negociando un crédito con el Banco Mundial para impulsar los bioinsumos, esto con miras a mantener las exportaciones a Europa, que entre 2021 y 2022 crecieron 28%, y pasaron de US$7.638 millones a US$9.768 millones.
Además, el ácido pelargónico ha mostrado ventajas en el control de malezas como el Venadillo o “Conyza bonariensis”, que presenta problemas de resistencia a herbicidas químicos convencionales como glifosato, ya que el bioherbicida tiene un modo de acción diferente.
LOS RETOS PARA UNA MAYOR ADOPCIÓN
Lo que sí es claro es que su aplicación requiere un manejo técnico importante. “Como la mayoría de los herbicidas de contacto, requiere de buena luminosidad, suelo a capacidad de campo, y el manejo del agua y su PH, que debe ser de 4,5 a 5, así como el manejo de aguas duras del producto”, dice Guzmán, de Emery Oleochemicals. “Y hay que especificar igualmente que como herbicida de contacto preferiblemente no se recomienda su uso en malezas de más de 15 centímetros, lo que requiere que el agricultor también tenga otra mentalidad en el manejo de la maleza y ser consciente de que en ese caso mejor hay que guadañar o buscar otra alternativa”.
Una de las razones por las que la transferencia de tecnología es un reto en el sector cafetero es por su mayor composición de pequeños productores. “Cuando digo pequeños es que son caficultores que tienen menos de cinco hectáreas sembradas; eso significa que Colombia es un minifundio en café”, dice Cadavid. “Las grandes extensiones en Colombia en café, son apenas un porcentaje pequeño a diferencia de, por ejemplo, Brasil, que tiene al contrario grandes extensiones de grandes caficultores”.
Según el ejecutivo de Agrocafé, los caficultores tienen sembradas en Colombia 850.000 hectáreas, un promedio de 1,4 hectáreas por cada una de las 540.000 familias que se dedican a este oficio, los que usualmente no cuentan con muchos recursos para aumentar sus costos productivos.
Esto ha quedado en evidencia ante los mayores costos de los fertilizantes y las complejidades de sus alternativas biológicas. “A la mayoría de estos caficultores, que no tienen a veces recursos para hacer un análisis de suelos, los fertilizantes les impactan durísimo (…) Una hectárea de café en Colombia debería alimentarse con 1.000 kg de fertilizante por año. Hoy le estamos dando en promedio 400 kg por hectárea, eso significa que el café está subfertilizado y subnutrido en Colombia. Si lo alimentáramos mejor tendríamos cafetales más productivos y menos propensos a enfermedades”, explica Cadavid.
La industria cafetera colombiana está dominada por pequeña fincas familiares que promedian 1,4 hectáreas de extensión, lo que limita el acceso a financiamientos y la aplicación de nuevas tecnologías.
Sin embargo, el café Colombia ya ha tenido progresos relevantes en la aplicación de nuevas tecnologías biológicas y naturales. Es, de hecho, el país del mundo con mayor control de roya en cultivos de café, y esto, según Cadavid, es gracias al desarrollo genético de especies más resistentes, otra solución biológica para el agro.
Es por ello que hay convencimiento de la importancia de buscar soluciones naturales a los desafíos que enfrentan los cultivos de café en Colombia. Pese a sus complejidades y costos, la apertura inicial hacia el ácido graso como herbicida demuestra el compromiso del sector por seguir apostando a la calidad del café teniendo en cuenta los parámetros internacionales y mantener la prima positiva en exportación en grano.