A finales de los años 60 del siglo pasado, en la parte sur del Estado de Chihuahua, en México, se habían creado distritos de riego, gracias a presas que se habían construido 30 o 40 años antes. Su puesta en marcha había dejado a miles de hectáreas aptas para el riego, pero tras décadas de uso, estas obras hidráulicas ya evidenciaban ciertas deficiencias. La disponibilidad de agua ya no era la misma para lixiviar las sales que había en los huertos, algo común en zonas áridas y semi áridas. El problema preocupaba a los agricultores, pero no era el único, ya que los suelos agrícolas presentaban además altos niveles de sodicidad.
El panorama por entonces no era el de los mejores. Los contenidos estándares de sal eran de unos 600 g/m3 y, si a un cultivo se le aplicaban 10.000 m3/ha/año, son varias las toneladas de sodio que se añadían a un huerto, lo que iba acentuando la salinización del terreno. “Ello hace que aparezcan los primeros síntomas de toxicidad por sales, sobre todo en suelos arcillosos. Además, hay una pérdida de la estructura física ideal del suelo, que es esencial para un buen desarrollo del sistema radicular, para una buena penetración del agua y para una buena aireación y mantenimiento de la capacidad de oxígeno en las zonas verdes”, precisa Raúl Rodríguez, ingeniero agrónomo, especialista en suelos, que trabajó durante 33 años en Innovak Global, empresa de la cual se retiró el año pasado tras ocupar el cargo de director de investigación técnica aplicada y hoy se desempeña como asesor externo de la empresa.
El otro dolor de cabeza para los agricultores era la sodificación. “El sodio causa que las partículas no puedan formar agregados, es decir, terrones de un tamaño mayor que se dispersan y sellan el suelo, dificultando la penetración de agua y aire en las raíces”, precisa el especialista, sobre un problema habitual en zonas áridas y semi áridas. “En aquellas zonas donde hay grandes precipitaciones esas sales se pueden lixiviar o vuelven a los cauces normales hasta llegar al mar, dependiendo en las latitudes en que se encuentren, pero en las zonas de baja precipitación (de 300 mm, por ejemplo), es complicado que esas sales puedan retirarse completamente del perfil del suelo”, añade Rodríguez.
Lo que sucedía en Chihuahua por esos años no era nuevo y ya había ocurrido antes en California, EE UU. De hecho, hay un manual de la Universidad de California donde se describe la estrategia de manejo y rehabilitación de suelos salinos y sódicos para resolver este tipo de problema, información que ya había llegado a México. “Se incluía el uso de sales benignas, donde el catión benigno es el calcio. Se comenzó a utilizar porque tiene la capacidad de aglutinar los coloides, principalmente las arcillas”, explica Rodríguez sobre cómo el calcio se convirtió en un elemento clave para quitar el sodio de los sitios de intercambio en el suelo, permitiendo que este tuviese una mejor estructura.
Debido a los altos niveles de sales y sodio, se empezaba a aplicar yeso agrícola (sulfato de calcio) en dosis que iban entre 4 t/ha y 10 t/ha. Sin embargo, este ocasionaba grandes riesgos para las personas que lo manejaban e implicaba una importante pérdida de materia orgánica en el suelo.
Si bien el problema no era tan grave, los cultivos estaban perdiendo su productividad por los daños, ligeros a moderados de sales y sodios. “Se necesitaban dosis menores, con una buena probabilidad de éxito, el manejo era complicado”, precisa el asesor.
PROMESOL, EL PRODUCTO QUE CAMBIÓ TODO PARADIGMA
Bajo estas condiciones, a inicios de los años 70, el ingeniero Luis Roberto Medina se propuso el desarrollo de un acondicionador de suelo a base de ácidos Carboxy®. Tras unos años de ensayos, en 1973 se iniciaba el desarrollo comercial de un producto que fue bautizado como Promesol, que tenía la ventaja de aplicarse en bajas dosis (entre 100 l/ha y 200 l/ha), si se lo comparaba con el yeso agrícola, del cual se requerían entre 4 t/ha y 10 t/ha. Otra gran ventaja es que el producto se podía aplicar vía riego gravitacional, con buenos resultados.
En Chihuahua, en la región de Delicias, se hicieron los primeros ensayos destinados a validar la respuesta del producto y bajo diferentes condiciones. Una vez que se fue comprobado su efectividad, el uso de Promesol comenzó a extenderse a zonas productoras de Coahuila, Durango, Baja California, Mexicali, Sonora y Sinaloa; que presentaban problemas de salinidad y sodicidad.
“La principal característica de Promesol es que es un acondicionador de suelo, no un recuperador de suelos”, sostiene el ingeniero Rodríguez. “Actúa en situaciones donde hay un problema que, si bien no es tan serio, provoca una baja productividad de los cultivos”, continúa, sobre un producto que ha significado un giro en 360 grados en el manejo de los problemas de salinidad y sodicidad.
Sin embargo, no solo es un asunto de cantidad, sino que el yeso agrícola es un producto que debe ser asperjado para incorporarlo luego en los primeros 10 a 15 cm en la superficie del suelo. Tras eso, hay que incluir una lámina de agua de 20 a 30 cm casi permanente por varios días para que se infiltre, siempre y cuando haya un buen drenaje en el campo.
El producto iba teniendo buenos resultados en cultivos extensivos como el trigo, alfalfa, algodón y maíz; sin embargo, la industria agrícola se fue transformando e incorporando cultivos hortofrutícolas de alto valor gracias a la incorporación del riego localizado. “Ese tipo de cultivos ya pagaba la inversión de tener un producto como Promesol, que se transformó en un producto referencial para los agricultores, avalado por los buenos resultados”, destaca.
“Lo más importante es que los productores se fueron dando cuenta de los beneficios de Promesol”, afirma el especialista. De hecho, a mediados y fines de los años 70 el gobierno apoyaba a los agricultores para solventar el problema de salinidad y sodicidad en los suelos. “Promesol era uno de los pocos productos que ingresaron en los paquetes tecnológicos que apoyaba el gobierno.
Sin embargo, Promesol tenía una cantidad de calcio que lo hacía difícil de aplicar y manejar. Eso fue decisivo para que Innovak Global decidiese crear dos productos a partir del original: Promesol 5x y Promesol Ca, este último también al mismo nivel de concentración (5x). Ambos productos tenían orientaciones diferentes. Promesol 5x se orientó a aquellos suelos compactos y que no necesariamente tuviesen sodicidad, mientras que Promesol Ca estaba orientado a resolver problemas de salinidad, disminuyendo la compactación del suelo y generando condiciones de humedad y aireación para un mejor crecimiento radicular.
A LA CONQUISTA DE NUEVOS MERCADOS
Los buenos resultados con el producto fueron abriendo nuevos mercados para su comercialización. Tras demostrar su eficacia y efectividad en México, el más natural para la expansión fue EE UU. Los agricultores del valle de Texas fueron los siguientes que comprobaron las bondades de Promesol. Tras eso, siguieron agricultores de Nuevo México, California y Arizona; cuatro zonas con características muy similares a las zonas áridas mexicanas. Posteriormente, a fines de los 80 y años 90 se empezó a usar en las zonas agrícolas del Mediterráneo español, desde Barcelona a Almería, en cultivos hortofrutícolas.
Con el correr de los años, el objetivo era penetrar en América Latina. Tras hacer algunos intentos en Centroamérica, el crecimiento no fue el esperado, principalmente porque no es una región que tiene suelos con problemas de compactación y sodicidad, como sí ocurre en zonas áridas. Donde hay una oportunidad es en el cultivo del banano en Guatemala, Ecuador y Colombia. En cambio, en Chile y Perú el producto está más consolidado. “En Perú ha ido avanzando su uso en los últimos 15 a 20 años, sobre todo en la costa, donde sí hay problemas de compactación y de salinidad”, precisa el especialista.
“Siempre se tendrá la oportunidad de seguir creciendo”, sostiene Raúl Rodríguez. De hecho, la expansión del cultivo del aguacate en Colombia ha sido clave para penetrar ese sector, cuyos huertos se han instalado en zonas con suelos pobres. El futuro se ve con buenos ojos, “sobre todo porque cada vez nos demos más cuenta de la importancia del suelo y la raíz. Hoy el suelo ya no queda en un segundo plano para los agricultores”, finaliza.