La empresa de origen neerlandés, Grassa, especializada en la extracción de proteínas del pasto, ha recaudado más de US$4 millones con el objetivo de escalar su tecnología, demostrar sus beneficios a los productores de lácteos y desarrollar una variedad de proteína vegetal apta para consumo humano que sea una alternativa a cultivos como la soja.
Esta innovación, conocida como “unlocked grass” (pasto desbloqueado), contiene menos proteínas inestables que el pasto común y es rica en un jugo vegetal del cual se puede extraer la proteína. Según la empresa, dicha tecnología no solo podría reducir las emisiones de metano y óxidos de nitrógeno (N2O) asociadas a la alimentación del ganado, sino también representar un reemplazo sostenible de la proteína de soja.
Grassa asegura que su proteína de pasto puede ser igual o incluso superior en calidad a la de la soja. Estudios internos muestran que es posible extraer hasta un 50% de las proteínas del pasto utilizado como forraje sin afectar la producción lechera de las vacas. Además, la empresa estima que, si se procesara el 25% de la superficie de praderas de los Países Bajos, se podría cubrir toda su demanda nacional de soja.
UNA ALTERNATIVA PARA REDUCIR LAS EMISIONES DE GASES DE EFECTO INVERNADERO
Para analizar el impacto que el avance mencionado podría tener en América Latina, Biologicals Latam conversó con el microbiólogo y especialista en fisiología vegetal de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Dr. Fabricio Cassán. El experto valora positivamente el desarrollo de tecnologías orientadas a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en la agricultura, aunque advierte sobre la importancia de considerar el sistema productivo en su conjunto para poder evaluar correctamente su impacto real.
“La idea de utilizar RUBISCO (la proteína más abundante en las plantas) como reemplazo de la proteína de soja en la alimentación animal se presenta como una opción sostenible. Sin embargo, me genera algunas incertidumbres, especialmente si consideramos que la producción extensiva de gramíneas suele requerir fertilización nitrogenada, una de las principales fuentes de óxido nitroso en la agricultura. En contraste, la soja toma el nitrógeno de la fijación biológica y esto implica una práctica de menor impacto. ¿Estamos seguros de que el balance final realmente representa una menor huella de carbono en el sistema?”, cuestiona el Dr. Cassán.
Y agrega que, “antes de asumir que esta alternativa es mejor o más sustentable que la soja, creo que sería clave analizar en detalle los datos de manejo, producción y las emisiones de N2O asociadas. Necesitamos esos números sobre la mesa para evaluar su verdadero impacto en el sistema”.
Si bien la proteína de pasto aún no está disponible para consumo humano, Grassa ya se ha asociado con la marca neerlandesa de proteína vegetal Schouten, para evaluar su viabilidad y potencial de producción local. Además, la compañía fue mencionada en la estrategia nacional de proteínas de los Países Bajos como una de las soluciones prometedoras para reducir la dependencia de las importaciones de cultivos ricos en proteína, como la soja.
POTENCIAL OPORTUNIDAD MÁS QUE AMENAZA
En el caso de América Latina, si esta tecnología llegase a expandirse con éxito, el Dr. Cassán sugiere que podría representar una oportunidad más que una amenaza para los productores de soja en la región.
“Los productores de soja de América Latina podrían optar por un sistema de producción basado en la rotación con pasturas invernales que puedan utilizarse como fuente de proteínas (RUBISCO) para alimentar animales o, en el futuro, a humanos”, comenta.
“Lejos de competir con la producción de soja, podría considerarse como una alternativa de producción más sostenible, basada en la rotación de cultivos y cuyo objetivo sería generar proteína para consumo fuera del lote”, finaliza.