El mayor problema de una producción artesanal de estos microorganismos antagónicos es la variabilidad en su calidad. La estandarización de los resultados puede ser un desafío pendiente en la elaboración de los controladores biológicos, destaca el Dr. Walter Apaza, fitopatólogo y coordinador de la Clínica de Diagnóstico de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM).
“Observo que muchos agricultores peruanos que están produciendo microorganismos antagónicos de forma artesanal, y lo que noto es que hay mucha variabilidad en la calidad. Con esto, no digo que las cepas artesanales sean malas. He visto producciones artesanales muy interesantes, pero en algunos casos, suelen haber quiebres en el proceso que afectan la calidad de las producciones”, apunta.
La primera pauta a tomar en cuenta es evitar la contaminación, pues puede ocurrir que no se cuente con la suficiente esterilidad en todo el proceso, explica. Además, hay que ser muy cuidadosos en el control de los indicadores ambientales de temperatura y humedad. “A veces se subió la temperatura medioambiental y se genera la contaminación por bacterias. Eso afecta la viabilidad de las conidias de los microorganismos. Hay que recordar que son seres vivos, por lo tanto, la producción es muy sensible”, destaca.
Lo segundo que menciona es la necesaria identificación, por ejemplo, de la cepa del hongo con el que trabajaremos. Destaca de Trichoderma es un mundo gigantesco y que deben existir fácilmente más de 300 especies. “El gran problema es que la identificación morfológica de especies en este tipo de antagonista no funciona. Ya no es posible hacer la identificación por microscopio. Hoy en día toda la identificación es molecular y en el caso de Trichoderma es súper importante saber la especie, porque hay algunas que no producen metabolitos (sustancia que inhiben a los patógenos)”, dice. Al respecto, menciona que incluso algunas especies producen metabolitos que potencialmente son peligrosos para los seres humanos.
“A nosotros nos pasó algo bien curioso. Por años, se trabajaron muchas tesis en la universidad, hasta el 2005, con unas cepas muy buenas que considerábamos que eran Trichoderma viride. Luego, se hizo un trabajo de identificación molecular y resulta que teníamos asperellum. Yo tengo un libro que son las claves de identificación morfológica de trichoderma y ya no sirve por todo lo que explico”, refiere.
Actualmente, comenta que en el laboratorio se hace la extracción del ADN de la cepa y se manda a secuenciar a Corea para luego determinar, mediante bioestadística, la especie a la que pertenece. “En el tema de las cepas, son como los seres humanos. Todos somos homo sapiens, pero tenemos distintas características: anglosajones, africanos, andinos y otros. Entonces, puedo tener cepas de Trichodermas pero para hacer controladores debe ser validado”, destaca.
Una tercera pauta es constatar si en efecto nuestros antagonistas generan un control en el campo. Una vía para ello, destaca, es realizar ensayos previos. “En nuestro laboratorio, si quiero saber si la cepa que tengo controla hongos de madera, hago un ensayo in vitro para luego hacer las validaciones en campo. Si in vitro no te controla, en campo será más difícil”, destaca. En todo caso, señala que este punto es el más complicado, porque suele ser difícil de demostrar en campo que el control biológico fue efectivo.
En resumen, destaca que el control biológico es mucho más complejo en sus mecanismos de acción que el control químico. “Un triazol es estandarizado, yo estoy seguro que lo aplico y va a matar. En el caso de los controladores, si la producción esta estandariza tendrá buenos resultados”, dice.
