Promover la economía circular en el sector agropecuario sustituyendo agroquímicos por bioinsumos es uno de los objetivos del proyecto Simbiosis Agroindustrial. La iniciativa, que será liderada por el Centro de Biotecnología de Sistemas de la Universidad Andrés Bello (CSB UNAB), se adjudicó un fondo total de $4.000 millones de pesos chilenos, equivalente a US$ 4,6 millones. Del total, el aporte de Corfo es de $1.650 millones (US$ 1,89 millones), mientras que el monto restante corresponde a financiamiento de empresas coejecutoras y asociadas y la Universidad Andrés Bello.
Usando extractos naturales, materias primas descartadas de procesos agroindustriales y microorganismos degradadores, convertirán grandes volúmenes de residuos vegetales en abonos agrícolas. En un plazo de cinco años y en conjunto con empresas del agro, el proyecto fue uno de los seleccionados por el Programa Tecnológico de Transformación Productiva ante el Cambio Climático (PTEC), para impulsar la sostenibilidad en el sector agrícola.
Carolina Peña, encargada de negocios de CSB-UNAB y líder del proyecto, explica que la simbiosis industrial es una estrategia para avanzar hacia la economía circular a través de la generación de cadenas de valor entre empresas o industrias que pueden usar como materia prima lo que para otras es un residuo. “En el caso de la agroindustria, hay una necesidad y un enorme potencial de hacer estos encadenamientos que apuntan a aumentar la productividad en forma sostenible”, agrega.
Simbiosis Agroindustrial generará un portafolio de bioproductos agrícolas para tener una mayor producción con una menor emisión de gases de efecto invernadero y el trabajo se centrará en las regiones Metropolitana, Coquimbo, Maule, Valparaíso y O’Higgins.
SOLUCIONES SOSTENIBLES PARA REDUCIR AGROQUÍMICOS
Uno de los ejes del proyecto se enfocará en la aplicación de soluciones biotecnológicas como la valorización de residuos de la industria, para desarrollar bioestimulantes agrícolas que permitan sustituir el uso de agroquímicos. El origen natural de estos productos, que potencian el desarrollo y crecimiento de las plantas, también puede entregar mayor resistencia a estreses asociados al cambio climático como escasez hídrica, temperaturas extremas y salinidad, indica Derie Fuentes, líder de investigación de CSB UNAB.
Además, el desarrollo de estos productos va en línea con los altos estándares que exigen mercados como la Unión Europea y China, dice Carolina Peña, cuyas normativas dan cuenta de la baja tolerancia a sustancias químicas en la cadena alimentaria, ya que también exigen certificaciones de producción que incluyen consideraciones ambientales y sociales.
Dentro de estas normativas se incluye la reducción del uso de plaguicidas químicos y peligrosos en 50% para 2030 de la Comisión Europea. En la misma línea, el Servicio Agrícola y Ganadero de Chile, anunció en octubre pasado la prohibición de 14 grupos de plaguicidas de alta peligrosidad para personas, animales y medio ambiente, al mismo tiempo que promovió el uso de bioinsumos.
REDUCIR LA HUELLA DE CARBONO
Otra de las líneas de Simbiosis Agroindustrial se enfocará en el desarrollo de bioestimulantes de plantas para aportar a la economía circular y reducir la huella de carbono de la agroindustria. Un ejemplo es un bokashi mejorado, abono orgánico inocuo y listo para su aplicación en un tiempo entre uno y tres meses, a diferencia del compost que tarda seis meses. Se elabora usando residuos vegetales de empresas que son parte del proyecto, que incluyen podas y restos de cosechas, e incorporando también desechos orgánicos como riles, estiércol de origen animal y lodos residuales. A la mezcla se inoculan consorcios bacterianos y hongos benéficos seleccionados previamente como parte del proyecto, que degradan patógenos y elementos no deseados, lo que permite usarlo para mejorar suelos agrícolas.
“El objetivo es lograr bioestimulantes que por su composición y características contribuyan a mejorar la salud y productividad de las plantas al aportar nutrientes esenciales para su desarrollo, como nitrógeno, fósforo, potasio. Al mismo tiempo, se genera un suelo vivo gracias a su biodiversidad microbiana, lo que mejora la disponibilidad de nutrientes y puede disminuir el uso de plaguicidas”, destaca Derie Fuentes.
El proyecto tendrá como coejecutores a Univiveros, dedicados a la propagación de plantas frutales y vides, y a Eurecat, el Centro Tecnológico de Cataluña, cuyo trabajo se enfoca en la transferencia tecnológica y proyectos de innovación. Además hay otras empresas interesadas que se encuentran en conversaciones para asociarse y ser parte del proyecto.
“Estamos seguros de que la simbiosis agroindustrial que impulsará este proyecto se convertirá en un ejemplo de vinculación virtuosa entre centros de ciencia aplicada y empresas productivas, permitiendo alcanzar estándares de cuidado ambiental y producción limpia que consumidores y mercados de exportación ya están exigiendo”, finaliza Carolina Peña.
