Cerca del 50% de la flora chilena es endémica, es decir, se encuentra solo en el país, por lo que su conservación es clave para resguardar la biodiversidad local. Mediante un enfoque en la protección de especies de alto valor ecológico, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias, INIA, trabaja en la preservación de recursos fitogenéticos claves para la restauración ecológica y la conservación ex situ, en un proyecto enfocado en orquídeas.
Chile alberga alrededor de 72 especies de orquídeas, donde muchas son endémicas y un 20% se encuentra en peligro de extinción. Para enfrentar esta amenaza, INIA en su sede en La Cruz, región de Valparaíso, en colaboración con el Centro de Conservación de Orquídeas Chilenas (Cecorch), desarrolla un programa de conservación ex situ.
CONSERVACIÓN DE HONGOS MICORRÍCICOS ASOCIADOS
El proyecto utiliza hongos micorrícicos para propagar especies amenazadas con el uso de herramientas biotecnológicas. La iniciativa busca no solo proteger y multiplicar estas especies, sino también contribuir a su eventual restauración en los ecosistemas donde alguna vez florecieron.
Algunas de las especies de orquídeas presentes en la región de Valparaíso incluyen Chloraea heteroglossa y Chloraea disoides, ambas en peligro crítico de extinción y con poblaciones extremadamente reducidas.
Una orquídea puede producir cientos a miles de semillas microscópicas que, al carecer de endosperma, no tienen el material nutritivo necesario para alimentar al embrión y permitir el desarrollo de una plántula. Es por ello que para una conservación efectiva ex situ es crucial no solo preservar sus semillas, sino también conservar sus hongos micorrícicos asociados.
El ingeniero agrónomo del INIA, Mauricio Cisternas precisa que “la germinación de las semillas de orquídeas es dependiente de la presencia de hongos micorrícicos, ya que estos establecen relaciones simbióticas con las raíces, y son esenciales para su desarrollo y sobrevivencia”.
ASEGURAR SOBREVIVENCIA Y ESTABLECIMIENTO EN VIVERO Y CAMPO
INIA emprendió acciones que buscan la restauración de ecosistemas y conservación ex situ. “A nivel de laboratorio buscamos garantizar una alta tasa de sobrevivencia y establecimiento a nivel de vivero y en el campo. Esto se logra cuando las orquídeas desarrollan una simbiosis efectiva con sus hongos micorrícicos. Sin embargo, también es posible propagar las orquídeas con métodos tradicionales in vitro sin la asistencia de un hongo micorrícico, reemplazando la acción del hongo por medios de cultivos especializados”, señala Cisternas.
Durante el estudio, han logrado identificar varias especies de orquídea a partir de un código de barras genético, que no requiere que las plantas florezcan para tomar muestras y hacer estudios de conservación. “La importancia de tener las muestras identificadas con código genético permite realizar estudios de conservar a corto y largo plazo estas plantas”, plantea Cisternas.
El profesional ha logrado propagar con éxito cerca de 20 especies de orquídeas chilenas, incluyendo cinco que se encuentran en peligro de extinción.
Diversas instituciones se dedican al estudio y conservación de las orquídeas nativas chilenas, entre ellas el INIA, la Universidad Austral de Chile, la Universidad de La Frontera, la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, el Jardín Botánico Nacional, la Fundación Chilco y el Ministerio del Medio Ambiente.