El maracuyá se ha convertido en una de las frutas de mayor expansión en el Perú, no solo por su demanda en los mercados internos y externos, sino también por su potencial para diversificar las cadenas frutícolas en distintas regiones del país. Sin embargo, su cultivo no está exento de amenazas fitosanitarias que, de no ser manejadas y/o controladas oportunamente, pueden comprometer seriamente el rendimiento y la calidad del fruto. En este contexto, el control biológico se perfila como una herramienta clave para reducir el impacto de plagas y enfermedades sin depender exclusivamente del uso de productos químicos.
Así lo destaca el manual técnico, “El cultivo de maracuyá”, elaborado por el Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), en el marco del proyecto PROFRUT (con CUI: 2532404 “Mejoramiento de los servicios de investigación y transferencia tecnológica agraria en algunos cultivos frutícolas en los 24 departamentos del Perú”). Esta publicación tiene como objetivo poner a disposición de productores, profesionales, investigadores y público general un conjunto de recomendaciones técnicas actualizadas para fortalecer la producción sostenible del cultivo. Disponible en el repositorio del INIA: http://hdl.handle.net/20.500.12955/2686

Antracnosis (Colletotrichum sp.)
El documento identifica como principales enfermedades a la marchitez provocada por Fusarium, la mancha parda causada por Alternaria, la Antracnosis, el Virus del mosaico del maracuyá y el nematodo de la agalla. A nivel de plagas, se reportan ataques frecuentes de gusano defoliador, gusano cosechero, pulgones, mosca del ovario, arañita roja y chicharritas, entre otros insectos que afectan tanto la estructura vegetativa como reproductiva de la planta.

Mancha parda (Alternaria passiflorae)
Frente a estos retos, la guía resalta el papel del control biológico como una estrategia de primera línea. En el caso de enfermedades causadas por hongos del suelo como Fusarium, se recomienda el uso de Trichoderma harzianum, un hongo antagonista capaz de colonizar la rizósfera y competir eficazmente con los patógenos. Para enfermedades foliares como la mancha parda y la antracnosis, se promueve el uso de Bacillus subtilis, una bacteria benéfica que inhibe el desarrollo de hongos fitopatógenos a través de la producción de metabolitos antimicrobianos y la inducción de resistencia en la planta.

Pulgones (Myzus persicae, Aphis gossypi)
En el ámbito del control de plagas, se destacan diversas soluciones basadas en hongos entomopatógenos. Beauveria bassiana y Lecanicillium lecanii han mostrado una alta efectividad en el control de pulgones, cigarritas y otros insectos plaga de cuerpo blando. Estos microorganismos actúan mediante el contacto con el insecto, colonizando su exoesqueleto y provocando su muerte en pocos días. Su aplicación, además, puede integrarse con trampas cromáticas y prácticas culturales para potenciar su efectividad.

Gusano cosechero (Agraulis sp.)
Para el control de larvas de lepidópteros como el gusano defoliador o el gusano cosechero, se sugiere el uso de Bacillus thuringiensis y el virus de la poliedrosis nuclear (NPV), dos bioinsecticidas altamente específicos que permiten proteger el follaje sin dañar a organismos benéficos. En el caso de la mosca del ovario, cuya larva ataca los botones florales y causa la caída prematura de flores, se plantea una estrategia combinada que incluye recolección de material vegetal caído y aplicaciones localizadas de proteína hidrolizada con spinosad.
En cuanto al nematodo de las agallas, uno de los patógenos más difíciles de controlar, la guía recomienda el uso de biocontroladores como Bacillus spp. y Paecilomyces spp., que actúan sobre los huevos y larvas del nematodo en el suelo. Estas alternativas pueden complementarse con extractos vegetales nematicidas o, en casos críticos, con productos químicos de menor impacto.
La publicación enfatiza que estos productos deben ser parte de un manejo integrado de plagas y enfermedades, ajustado a las condiciones agroecológicas de cada zona y orientado a preservar la salud del cultivo en el largo plazo. El uso de agentes biológicos no solo permite reducir la presión de los patógenos, sino que también contribuye a mejorar la microbiota del suelo y disminuir los residuos químicos en los frutos, lo cual es cada vez más valorado en los mercados internacionales.
El mensaje de la guía técnica del INIA es claro: el futuro del maracuyá no solo depende de su expansión productiva, sino de cómo se gestiona esa expansión. Incorporar biotecnologías accesibles, como el control biológico, será fundamental para garantizar una producción eficiente, rentable y ambientalmente responsable.